Un pasaje a la otra punta

Un pasaje a la otra punta

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Aquel día, en La Habana, desperté sobresaltado con la imagen del puño de San Esteban rey delante de los ojos; había soñado con mi madre: ella lavaba una sopera de porcelana mientras me hacía recomendaciones para evadir obstáculos administrativos; durante unos instantes pude oler en el sueño la hierba mojada de cierto parque de Budapest. Me vestí rápidamente, salí a la calle y caminé varias cuadras hasta la cafetería. Me senté en la mesa más pequeña, en un rincón de la sala. – ¿Que desea tomar? preguntó Azuceno sin el más leve acento afeminado. ¿No durmió bien anoche? ¿Cómo lo sabe, Azuceno? – Se puede ver en su cara. ¿Ha tenido mala digestión? ¿Comió ayer algún Mamey de Santo Domingo? El mamey no debe comerse de noche. Me volvió la espalda y entró en la cocina; tres minutos después trajo una bandeja y me sirvió una gruesa rebanada de pan, con algo de mantequilla a un lado, y una taza grande de café. Moje el pan en el café, le hará bien, dijo con evidente convicción.

– Comí lentamente, dando mordiscos diminutos al pan mojado en café. Cuando terminé con la taza Azuceno estaba otra vez frente a la mesa. – Óigame, amigo, -aproveché para decir- quiero ir a la provincia de Oriente; me interesa mucho conocer Bayamo, la Sierra Maestra, Santiago de Cuba. ¿Qué tengo que hacer? ¿Y por quédesea usted visitar esos lugares tan lejanos? Tendría que atravesar casi toda la isla: Matanzas, Santa Clara, Cienfuegos, Camagüey; es una provincia llena de recuerdos para los cubanos viejos. ¿Ha oído usted La Bayamesa, el himno nacional de Cuba? En Bayamo comenzó la Guerra Grande, la de nuestros abuelos. En la Sierra Maestra empezó la revolución; en las aguas de Santiago se hundió la flota del Almirante Cervera en 1898. De ahí arranca la tristeza de los españoles y la sujeción de los cubanos a los EUA. Esos lugares están poblados por gente pobre y desalentada. Nada de lo que hacen termina felizmente. Necesitará pedir permiso en su oficina antes de viajar. Pero yo le aconsejo consultar primero con un babalao.

– Usted, según parece, lo que pretende es hacer un viaje al pasado. Eso es peligroso. Háblele a Lidia; ella le dirá cuál es el mejor camino; tal vez hasta se anime a acompañarle. Pero no se meta en eso de ir al pasado sin saber lo que piensan los babalaos.

El pasado está repleto de muertos y de pleitos; el pasado no duerme, solo dormita. Cualquier acontecimiento que coja desprevenido al pasado lo revive y relanza. El pasado está guardado provisionalmente. El partido tiene a su cargo la vigilancia del pasado. Siempre los funcionarios quieren saber que busca un extranjero en Bayamo o en la Sierra Maestra. Sin que usted se dé cuenta podría azuzar muchos fantasmas. En Santiago hay días en que se ven huesos entre las olas que llegan al puerto.

Dicen que son marineros españoles que murieron ahogados hace cien años. En la Sierra Maestra se oyen gritos y tiros en medio de las montañas. Allí hay muertos que hablan en inglés y no vienen de Guantánamo. En Bayamo existe un pozo donde se escuchan lamentos de los patriotas de 1878.

– El pasado es un ajiaco que alimenta a los pueblos y que también los envenena. En el lado opuesto de la Sierra Maestra está la base de Guantánamo. No es fácil bregar con vivos y muertos a la vez. Mire usted, yo conozco dos pueblitos situados antes y después de Santiago; uno es Ojo de toro, al pie de la Sierra Maestra; otro es Daiquiri, frente a un mar que no descansa. Estoy seguro de que encontrará algunos guajiros que le contarán cosas interesantísimas de cualquier época; pero tenga cuidado, con la historia no se juega.  Azuceno se alejó silbando la misma canción que ya había tarareado tantas veces como se acercó a la mesa. El dueño del bar entró en ese momento y se detuvo a saludar. Hoy ha venido usted muy temprano, sin los compañeros de oficina. Estoy averiguando cómo podría trasladarme a la provincia de Oriente. ¿Qué canción es esa que silba continuamente Azuceno? Es una vieja canción que cantaba Daniel Santos: “Ya yo me despedí de los muchachos, / porque ya yo me voy para la guerra/.” ¿Irá Azuceno al frente de Angola? Oh, no, nada de eso; es para defenderse; como debe saber usted, los homosexuales no son bien vistos por la gente del gobierno. A veces los llevan a la prisión de Isla de Pinos. Y a menudo abusan de ellos. Azuceno es una excelente persona, muy cumplido, diligente, servicial. El problema que tiene no es culpa de él; nació así. ¿Qué obligación le lleva a trasladarse a Oriente?  Es sólo por conocer lugares famosos de la historia de Cuba. El traslado no es permanente; únicamente quiero hacer una visita al puerto de Santiago, subir a las montañas en algún punto de la Sierra Maestra. Azuceno me ha dicho que antes de salir de La Habana consulte con un babalao. ¿Es un procedimiento normal en este país? ¿Qué opina usted? Creo que Azuceno está en lo cierto; consulte al babalao. Los babalaos lo saben todo porque oyen a todo el mundo. Son informadores, consejeros y sacerdotes. La isla no funcionaria sin ellos. Además, si usted lo consulta, el babalao informará que su visita a la Sierra será la de un boy scout y no la de un espía extranjero; cualquier mujer de por aquí le dirá con quién consultar; hay babalaos “de moda”. Son, casi siempre, consejeros de los ministros. Por eso abren puertas en el más allá y en el más acá.

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