América Latina no deja de ser un continente en permanente ebullición. Los conflictos sociales aparecen constantemente y adquieren proporciones preocupantes.
Las batallas por los intereses de cada uno alejan las posibles soluciones globales y se hacen más difíciles las posibilidades de alcanzar el tan deseado bien común.
Las luchas no se dan hoy día a través de las ideas, sino más bien a nivel de las realidades, lo que producen altas cuotas de violencia con todas sus consecuencias.
Más que batallas ideológicas, que parecen apagadas y envueltas en el papel de la globalización y del neo liberalismo, se dan de corte puramente políticos vacíos de contenidos, matizados por el pragmatismo y la corrupción a veces con ribetes populistas, que aunque logran apaciguar el fervor popular, no logran entusiasmar de forma convincente.
Los sistemas políticos de la llamada democracia indudablemente se han extendido en casi todos los países y se respetan hoy más que antes las libertades, pero en los barrios que se extienden en los alrededores de casi todas las ciudades importantes y en los campos, se libran permanentemente las batallas por la supervivencia, salpicadas en muchos casos por las drogas que adormecen y estremecen.
Ya no se libran batallas entre las dirigencias de izquierda, del centro y la derecha. Entre los atrasados y los avanzados, unos y otros han ido cambiando de filas, confundiéndose, acomodándose y doblegándose, mientras la gente que habita en los lugares más apartados y marginados, padeciendo penurias, creciendo y cambiando los patrones de conducta.
Casi todos dicen estar de acuerdo con la búsqueda de soluciones. Los de un color y los de otro, empresarios y religiosos, los jóvenes y los más de más edad, los ricos y los que dicen representar a los pobres, todos dicen aspirar a las soluciones del bien común, pero a la hora de la verdadera de búsqueda de soluciones, se rompen las posibilidades, se acaban las unanimidades y asoman los criterios individualistas que de cualquier forma y manera, obedecen al sistema que domina y adocena.
Priman entonces en la cúpula los intereses de grupos, de clase, de partido, de actividad, de religión e incluso de sexo. Se hace difícil la búsqueda de soluciones comunes a problemas comunes, porque en el fondo nadie quiere ceder, todo el mundo aspira a lograr más de lo que actualmente tiene. Todas las reformas que se proponen en el fondo no quieren otra cosa que el mantenimiento de la situación o ampliar las posibilidades de mantenerlas.
No hay mucha vocación a la credibilidad, porque los resultados de muchos años le dan a la gente, fuerza para afianzar ese criterio de desconfianza especialmente en sus líderes, pero de todas las actividades, incluso de quienes perteneciendo a organizaciones sin fines de lucro y de carácter civil, para algunos que se han encargado de propalar la idea, también se benefician de las oportunidades que ofrecen el poder y el sistema. Y nosotros somos un pedacito de América Latina.