Un pedacito de Cuba en Santo Domingo

Un pedacito de Cuba en Santo Domingo

Todo cambió al cruzar la puerta. No sé que me cautivó más, si el rico olor a tabaco, o la colección de Discos, Libros y Videos que te dan la bienvenida. Lo cierto es que te envuelves en una bohemia especial, como si estuvieras en la «Bodeguita del medio». Aquella antigua casona, me llevó a creer que estaba en La Vieja Habana.

El patio era inmenso. Me hizo recordar el «Salón Rosado Benny Moré» de «La Tropical», donde los habaneros beben cerveza y bailan timba hasta sudar su inmenso entusiasmo. Estaba lleno de sillas y mesas que rodeaban una majestuosa tarima, que poco después exhibiría un grupo de músicos extraordinarios.

Que bueno que estaba en compañía de Sorange Campaña. Con ella destapé la emoción de revivir aquellos 4 días de 1998, en que el destino me colocó en las noches cubanas de Guillén y Pablito, las mismas que enamoraron, a Lorca y a Nat King Cole.

Mientras nos ahogábamos en el deleite de unos «mojitos», un trío, compuesto de dos guitarras y maracas, se acercó y entonó ese bolero que no debe faltar, si estás construyendo un sueño en el paraíso cubano. Luego algunos detalles inundaron mi memoria: Una pista de baile frente a la tarima, una cocina, velones en cada una de las mesas, un letrero que decía «Salón Benny Moré», una pantalla gigante presentando videos musicales, algunos jóvenes disfrutando del prototipo de ambiente para adultos, y dos inteligentes y hermosas mujeres cubanas que, entre anfitriones son las mejores.

Hablé de un grupo de músicos, dije que eran extraordinarios. Así lo creo, porque le pusieron su sello personal, el cual traía un aroma de nueva trova, a piezas del repertorio tradicional. Llevan por nombre «Néctar Café», y en él se encuentras dos chicas que se volcaban en el buen arte cuando cantaban y bailaban; un guitarrista que también cantaba, y que daba la impresión de ser el líder; un percusionista formidable que te repicaba el bongó y al mismo tiempo tocaba la campana, y con su voz te daba el 3×2 de la clave; un contrabajo que me hizo recordar a Cachao; una primera guitarra, que pude encontrar sentado en el fondo y casi escondido. Ha de suponerse que un grupo con estas características debió interpretar el Chan Chan que inmortalizó a Compay Segundo. Así lo hicieron, y la gente lo aplaudió y lo bailó.

Fue una noche inolvidable. No podría creer que en Santo Domingo teníamos un pedacito de Cuba, de su cultura. A cada momento escuchaba hablar del encanto de esta casa. Muchas veces estuve decidido a ir, pero el azar lo impedía. Sorange llevaba varias semanas invitándome y los compromisos quebraban la cita. Pero el momento por fin llegó, y lo disfruté.

Antes de marcharnos quise volver a detenerme frente a la estantería que exhibía los Discos, Libros y Videos. Entre toda la música que ofertaban distinguí la de Isaac Delgado, que me encanta, y la de José Luis Cortés y NG la banda, entre otras. En la librería estaba la obra «El punto Cubano» de María Teresa Linares, y más ejemplares que abordan la música y otros temas.

Al día siguiente no paré de hablar de aquella experiencia. Y a todo el que me pide que le recomiende un lugar diferente para escapar de la cotidianidad, le digo que vaya a Cubanía.

musicamaestro.webcindario.com

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