Un plan Marshall para los países africanos

Un plan Marshall para los países africanos

Europa, desde los tiempos del Imperio Romano y la supremacía helénica, no ha tenido un período de paz tan prolongado, como el que disfruta hoy en día. Son setenta años que han transcurrido sin conflictos bélicos de importancia.

El viejo continente goza de un elevado nivel de vida, aunque algunos países, geográficamente sureños, padecen de una crisis económica derivada del juego austero de una política monetaria contractiva.
Pero ese bienestar está amenazado por un fenómeno imprevisible, nuevo, que provoca peligrosas confrontaciones internas, como si fuera una guerra dentro de los propios pueblos. Crecerán hasta una cantidad desestabilizadora los grupos antisociales, impregnados de resentimientos racistas y xenófobos.

No tanto por los refugiados del Oriente Medio que huyen por razones políticas, pero que eventualmente retornarían, en su mayor parte, a sus hogares cuando haya cambios en sus respectivos gobiernos.

El problema subsiste y es permanente por la aventura migratoria de países africanos que buscan mejorar su existencia como seres humanos, en términos de las ventajas de la civilización.

Recuérdese que los imperios británico, francés, alemán y astro-húngaro celebraron la Conferencia de Berlín en el 1884 para repartirse los territorios de los pueblos africanos. Establecieron colonias o ya existían en las posesiones de España, Bélgica y Portugal.

Hay, por consiguiente, una deuda histórica de Europa con África.
Esa deuda debe pagarse con el establecimiento de un Plan Marshall en favor de los países cercanos al Mar Mediterráneo.

Son los nativos del Cuerno de África y los sub saharianos que tienen por nombre Mauritania, Somalia, Etiopía, Malí, Chad, Níger, Entrea y Senegal. Sumados sus habitantes congregan aproximadamente ciento sesenta y cuatro (164) millones.

No solo sería un tratamiento humano en pago de deuda histórica, sino que para la Unión Europea vendría a ser una solución menos costosa a la obligación de darle alojamiento o de salvar en las marejadas a los que afrontan emprender una travesía llena de asechanzas.

Y han podido penetrar al suelo europeo, afrontando riesgos imprevisibles, unos ocho mil novecientos (8,900) africanos en solo tres meses (enero, febrero y marzo de este año).

Esos desplazados voluntarios desean trabajo, comida, agua corriente, energía eléctrica, educación y más que nada, una vivienda decente y adecuada a sus necesidades. En los países donde viven carecen de esas pretensiones sin importar que su régimen sea una dictadura o una democracia. A eso fines debe ir el Plan Marshall, si no quieren los ricos europeos, más tentativas de penetración en sus territorios o más muertes ahogadas en el Maren Nostrum.

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