Se identificó como enfermera. Una señora de unos 42 años, más o menos. Al notar a nuestro lado dos nacionales haitianos que parlaban, le dijimos, tenemos que aprender creole. De inmediato, la mujer se destapó, señalando, “es un plan que ellos tienen, soy enfermera y donde trabajo, en ocasiones las parturientas haitianas superan a las dominicanas, paren y de una vez salen preñadas”. Fue más lejos, la indignada enfermera, quien mostró un nacionalismo en grado sumo, al manifestar que “los médicos no ayudan”, ya que a su juicio, los galenos dominicanos deberían castrar a las haitianas ilegales que “den a luz” en territorio dominicano.

Nosotros les hablamos sobre la teoría de Toussaint Louverture, quien amparado en una realidad geográfica, plantea la indivisibilidad de la Isla de Santo Domingo, sin embargo, la enfermera, nos acotó, pero somos dos pueblos con muchas diferencias, el idioma, los credos religiosos, las costumbres y otros factores que nos separan.

Está bien clara, pero no se quedó ahí. Adelantó y culpó a los gobiernos que hemos tenido, señalando que autoridades, pasadas y presentes, se hacen de la vista gorda, y permiten la penetración ilegal. Se hacen cómplices de esta situación por beneficios personales, olvidando la integridad de la República.

En tono de broma, le manifestamos, que no se preocupara que a partir del 16 de agosto habrá en la República Dominicana un cambio de Gobierno y que nosotros seremos el nuevo director de Migración y enfrentaremos ese problema con valentía, coraje y responsabilidad. Es lo que ha hecho falta. La señora sonrió a carcajadas en tono burlón.

Parece un chiste, pero realmente la inmigración irregular de los vecinos haitianos tenemos que enfrentarla con responsabilidad. Esto es un caso serio  que si no lo encaramos ahora, tendrán que enfrentar nuestras futuras generaciones. Llegará el momento estará en juego la Soberanía Nacional. Y que conste, no somos anti haitianos. Sólo observamos una realidad que podría resultar peligrosa para la “salud” del pueblo dominicano.