Un pleito caro y muy riesgoso

<p>Un pleito caro y muy riesgoso</p>

PAULO HERRERA MALUF
En una esquina, el dos veces Presidente de la República, presidente del Partido de la Liberación Dominicana y campeón de la bolita del mundo dominicano, Leonel Fernández. En la otra esquina, el retador; ex-legislador, ex-funcionario, ex-candidato presidencial y estratega máximo, Danilo Medina. No hay forma de pesar a los púgiles antes del combate, por lo que no se sabe si el pleito sale. Tampoco es que haya, según la tradición de estas lides, muchas reglas que respetar. La única manera de saber si es una pelea equilibrada será con la pelea misma. Y parece que no habrá que esperar mucho, ya que el pleito está casado. De hecho, como veremos, ya comenzó.

Si las circunstancias fueran otras, fuera interesante y hasta divertido de observar. Después de todo, es el juego de la democracia. Dos ciudadanos en pleno uso de sus derechos constitucionales, que deciden aspirar al mismo puesto al mismo tiempo y que resulta que comparten la afiliación partidaria. ¿Cuál es el problema con eso?

Pues bien, hay más de un riesgo para los involucrados. Y más de un riesgo para los espectadores.

Es cierto que ambos aspirantes tienen todo el derecho a buscar la postulación de su partido, pero también es cierto que en el contexto actual hay en juego mucho más que una candidatura. Por no decir que es muy seguro que el jueguito nos saldrá muy caro a todos.

Para empezar, esta pugna encuentra al sistema de partidos políticos del país en la situación más frágil de su historia. Podría decirse, incluso, que en la actual gestión del PLD nos estamos jugando la continuidad del sistema político. Con el PRSC en desbandada y el PRD débil y dividido, lo deseable sería que el PLD se desgaste lentamente en el poder, de forma que estas fuerzas políticas tengan tiempo para recomponerse. Una lucha encarnizada que debilite aceleradamente al partido de gobierno – el único con su estructura razonablemente sana – beneficiaría sólo en apariencia a sus adversarios políticos, pues minaría todavía más al ya depauperado sistema.

En otras palabras, andamos muy justos de liderazgos políticos válidos como para que se derrochen en luchas intestinas.

Por otro lado, la tentación que tendrán los contendores de financiar sus aspiraciones utilizando recursos e instancias del Estado será muy grande. ¿Existen condiciones en el país para que se impongan limitaciones de tiempo y de gastos de campaña a los precandidatos de todos los colores? Eso está por verse. Lo más probable es que seremos testigos de una pre-campaña larga, costosa, ilegal e incorrecta.

Aún hay más razones para preocuparse ante el match Fernández-Medina. Todavía resuenan las palabras del Presidente acerca de su intención de emprender una “revolución democrática”. La mayoría congresual adquirida en las elecciones de mayo de este año animó al mandatario a aumentar las expectativas de un salto institucional. Sin embargo, en el contexto de la lucha por la postulación presidencial, las cosas no son tan simples.

Es que el combate entre estos gladiadores no tendrá lugar en las instancias del gobierno central. Ni siquiera en los organismos internos del PLD. El verdadero ring lo constituye el Congreso Nacional. Incluso, el nombramiento de los miembros de la Junta Central Electoral fue el primer round de la pelea en el Congreso. Por cierto, este primer careo lo ganó Danilo Medina, con el nombramiento de Roberto Rosario por encima de los pronunciamientos del presidente Fernández.

¿Qué puede esperarse de los próximos asaltos que esperan turno en el Congreso? ¿Qué sucederá, por ejemplo, con la reforma constitucional cuando llegue a un Congreso que parece ser más danilista que leonelista? El Presidente controla la Comisión Consultiva y la Comisión de Juristas, pero ¿controla el Congreso? ¿Se volverá en su contra la jugada de combinar una consulta no vinculante con una Asamblea Revisora, en vez de una Constituyente? ¿Qué pasará cuando los legisladores tengan que discutir el tema de la reelección presidencial para la reforma constitucional? ¿Tendrá el Presidente que negociar con su propio partido para empujar su revolución democrática? ¿Será posible evitar la influencia de la lucha política en la definición de temas en los que debe primar la institucionalidad?

Si no está del todo claro el destino de la reforma constitucional, tampoco lo están los de otros temas. Será difícil que los nombramientos de los miembros de la Cámara de Cuentas y de la Defensoría del Pueblo, por ejemplo, se sustraigan a la realidad de este enfrentamiento.

Hay que admitir que el affaire no está desprovisto de ironía. Muy irónico es, en efecto, que el contrapeso al poder del Presidente provenga de un lugar insospechado: las filas de su propio partido.

E irónico es que lo que conviene al futuro sistémico de la democracia dominicana es que el pleito se baraje. Aunque una lucha de candidaturas sea una expresión válida de democracia interna, lo conveniente es pasarla por agua. Que hablen. Que negocien.

Son tiempos en los que la prudencia se impone. Los luchadores deben entender que nadie – ni siquiera el ganador – se beneficia de un pleito abierto, pues una definición por knock out sería desastrosa para el perdedor. Y probablemente, también para el sistema político.

Es preferible que demuestren que son morados y se entienden.

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