Como nos hemos pasado la vida repitiéndolo, bien sea para justificar nuestra proverbial indolencia o reafirmar nuestra baja autoestima, hemos terminado creyendo que siempre es verdad que mas vale tarde que nunca,  que algunos querrán aplicar a la tardía reacción del presidente de la Suprema Corte de Justicia, el doctor Mariano Germán Mejía, quien ayer dijo lamentar el “incidente” entre la jueza Miriam Germán y el Procurador General de la República,  Jean Alain Rodríguez, durante la  evaluación  del Consejo Nacional de la Magistratura. Después del inaceptable comportamiento  del Procurador, que ha provocado una oleada de peticiones al presidente Danilo Medina para que lo destituya del cargo, han sido la pasividad y el silencio de los demás miembros del CNM, a excepción de la diputada del PRM Josefa Castillo, lo que mas ha irritado a la opinión  pública, que los percibe cómplices, así sea por omisión, de la  emboscada alevosa con la que se pretendió descalificar la permanencia de la magistrada Germán en la SCJ. Tanto se ha llevado y traído el desagradable episodio, tanto se han debatido y analizado sus causas y probables consecuencias, que casi nos sabemos de memoria  las interpretaciones  y “análisis” más socorridos y aceptados, desde el que atribuye el lance a una vendetta rencorosa del Procurador hasta los que lo reducen a una muestra mas de la intolerancia  peledeísta hacia las críticas y disidencias vengan de donde vengan. Pero pocos son los que han caído en la cuenta, mas allá del ensordecedor vocinglerío que bulle en las redes sociales o la solidaridad de ocasión que se ha volcado sobre la agraviada, de que la independencia  del Poder Judicial se ha convertido en un obstáculo para los que pretenden perpetuarse en el poder cueste lo que cueste.