Un poema de Pedro Mir Valentín

Un poema de Pedro Mir Valentín

AL PORTAVIONES <<INTREPIDO>>

 

Santo Domingo, Febrero 1962 (De las agencias cablegráficas internacionales)

Mil quinientos marinos del Porta viones <<Intrepip>> , desembarcaron aquí en viaje de descanso y esparciamiento.

 

Yo sé que eres un triunfo de formidable acero,

yo sé que tus marinos son muchos abejorros

blancos de nudoso pañuelo,

 

yo sé que por la línea que ronda tu cintura

de hierro vaga una lengua azul

que lame y acaricia tus entrañas de fuego,

 

yo sé que por las ondas que muerden tus dos hélices

huyen como despavoridos los tiburones y los celentéreos,

 

yo sé que cuando suenan tus público cañones

huyen como palomas o gallaretas los archipiélagos;

 

yo sé que eres un portaviones todopoderoso,

 

yo sé que tú defiendes un formidable imperio

que se reclina bajo tus hombros,

que en ti se apoya y extiende su comercio,

yo sé que eres un portaviones todopoderoso,

un dios marino que vomita fuego

y hunde de un solo soplo las pequeñas antillas

como todo un poderoso portaviones Intrépido.

 

Pero tú has ido a la pequeña rada de Santo Domingo,

pero tú has ido a la dulce bahía de Santo Domingo

ligeramente agitada por ondas subterráneas

en los alrededores de este mes de febrero,

pero tú has ido a la dulce bahía de Santo Domingo

con todos tus marinos de nudosos pañuelo,

pero tú has ido a las pequeñas aguas de Santo Domingo

solamente por miedo,

solamente por miedo.

 

A estas aguas pacificas y elásticas,

solamente por miedo.

 

¡Quién pudiera decirlo de tus bronces,

Portaviones Intrépido!

Tú tan lleno de potencias interiores,

tú tan lleno de bruscas erupciones

y movimientos sísmicos

y huracanes de roca derretida

y tanto fuego,

capaz de aniquilar a todas las antillas

con un solo resuello,

surto en la enternecida rada de Santo Domingo

solamente por miedo,

con todos tus cañones desplazados

solamente por miedo,

bien ceñido el feroz cinturón acorazado

solamente por miedo.

 

¿Será porque la carabela capitana,

aquella Santa María, hace ya mucho tiempo,

vino a amarrar indígenas después de descubiertos

y fue en los farallones y las rocas

convertida en cadáver marinero?

Será porque el furioso buque insignia

acorazado Memphis, no hace aún mucho tiempo,

vino con sus cuatro chimeneas

a contener al pueblo

y fue en los farallones y las rocas

convertido en cadáver marinero?

 

No, portaviones Intrépido,

tú eres demasiado triunfo

de la alianza del bronce y el acero

para huir de farallones y de rocas,

de la espuma y del viento,

 

a ti te aterroriza otras fuerzas

más anchas que el imperio

que apenas se cobija en tu coraza

como los celentéreos,

que ponen en peligro tu sendero

y espantan tu comercio,

 

a ti te aterroriza estos hombres,

fieros y subterráneos,

que de pronto crecen, se dan la mano

por todos los países,

rompen gobiernos como si fueran viejas

cartas marcadas o portaviones viejos,

suben y destruyen las mentiras

de todos los imperios,

de todas las agencias cablegráficas,

de todos los consorcios extranjeros,

de todos los cañones y los buques

soberbios, de todos los aviones

y de portaviones,

los aviadores y los marineros,

las embajadas y los consulados,

de todos los Estados y sus Departamentos,

sus Congresos y sus Conferencias,

su diplomacia y sus testaferros.

 

A ti te atemorizan esas ganas

de morirse que tienen estos pueblos,

porque van muchos años, muchas elecciones,

muchos millones y muchos prisioneros

y muchas jornadas de sudor no pagado

y demasiado silencio,

y con ésto no pueden tus cañones de bronce,

tu coraza de acero,

y con esto no pueden tus mentiras de plomo,

tus entrañas de fuego,

 

porque van muchos años, muchas sangre

mezclada con sudores y atropellos,

mucha mutilación y mucha infamia

y demasiado ejercito,

y con ésto no pueden los rugidos

de tus calderas, ni tus motores aéreos

ni tus grúas eléctricas y pavorosas

ni tus toneladas de desplazamiento.

 

¡Oh, portaviones Intrépido!,

tú en estas tórridas aguas de Santo Domingo

solamente por miedo.

 

Recoge, prodigioso milagro de la orilla,

tus dos anclas de hierro

y vete envuelto en pertinentes suavidades

y secretos,

 

vete al favor del diluido viento,

que hay pasiones y oscuros huracanes

en todo el archipiélago de las antillas,

 

y no vuelvas, antes que el incendio

de todas las mujeres y los hombres

de todos los pueblos

alcancen lo que alcanzan en el mundo

ellos, solamente por cólera infinita

y tú, solamente por miedo.

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