Así como la pobreza no constituye una virtud, la riqueza, siempre que sea bien habida, tampoco representa un pecado. Esta frase viene a colación al conocerse la información de que el presidente Luis Abinader es el mandatario más rico de Latinoamérica, lo que ha originado una avalancha de comentarios en las redes y la radio.
Si la pobreza se lleva con dignidad y honradez, y la riqueza con humildad y rectitud, ambas conductas tienen méritos laudables que debemos tomar en cuenta a la hora de valorar a una persona que, como en el caso del actual Presidente, ha dado sobradas muestras de honestidad en su accionar público y privado.
Abinader nació en la abundancia, gracias al trabajo honesto y tesonero de su padre, Rafael Abinader, empresario, ex funcionario y político cuya seriedad fue reconocida hasta por sus adversarios, legando a su familia un ejemplo de pulcritud y trabajo, que sus descendientes han mantenido en alto.
Esperamos que esa conducta se mantenga como ejemplo en un país donde la tradición es alcanzar el poder político para enriquecerse y ostentar fortunas difíciles de justificar, como sucedió en el pasado reciente con los 20 años de gobiernos del PLD dirigido por Leonel Fernández y Danilo Medina Sánchez.