Un prestigioso historiador del país

Un prestigioso historiador del país

David Riley Troncoso, María del Pilar y Pedro Troncoso Leroux, biznieto y nietos de Troncoso Sánchez (de pie), y su hijo Marcos Troncoso López-Pena (sentado). Foto/ Aracelis Mena

Funcionarios del cabildo y del Congreso de la República de hace alrededor de 30 años, incurrieron en faltas que opacaron por siempre el nombre de uno de los más prestigiosos historiadores del país, el que con mayor fervor promovió la figura del Padre de la Patria, el filósofo, catedrático universitario, escritor, diplomático y jurista que ofreció tan valiosos aportes a la cultura nacional: Pedro Troncoso Sánchez.
En 1990 se designó una calle con su nombre, pero según informaron sus descendientes, nunca se rotuló, aunque recuerdan que asistieron al acto de inauguración. La vía tiene hoy otra denominación.
No hay mapa, guía de la ciudad ni localizador de internet donde aparezca su identidad pese a que en resoluciones y leyes se le ubica en el ensanche Quisqueya.
Si algún dominicano merece ese homenaje, u otro mayor, es don Pedro, quien dedicó su vida a la enseñanza y a exaltar valores patrios y morales que predicaba con sus libros, conferencias y ejemplo personal.
El hijo del expresidente Manuel de Jesús Troncoso de la Concha estuvo entre los fundadores del Instituto Duartiano y de la Academia de Ciencias y fue miembro activo de la Sociedad de Filosofía, las academias dominicanas de la Historia y de la Lengua, Sociedad Dominicana de Geografía y asesoró al Museo Nacional de Historia y Geografía, a la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y a la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores para la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América.
Antes de ser rector de la Universidad de Santo Domingo (hoy UASD) y de estar entre los fundadores de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, de las que fue también profesor, se desempeñó como maestro de filosofía en la Escuela Normal Superior, donde se había graduado bachiller en filosofía y letras, tras egresar del colegio Santo Tomás, donde cursó sus primeros estudios.
Se desempeñó como diputado a la Asamblea Revisora de la Constitución previo a recibirse como licenciado en Derecho, en 1927. Fue embajador en Roma y otras capitales de Europa y América.
Don Pedro es recordado principalmente como el más decidido difusor de la vida y la obra de Juan Pablo Duarte, sobre el que publicó varios libros, pero antes de dedicarse con vehemencia a esa labor que lo inmortalizó como biógrafo del patricio, ocupó la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, organizó la carrera de filosofía en la universidad en 1939, y al mismo tiempo ejercía como abogado civil en la oficina que fundó su padre en 1915.
Por coincidencia, sus descendientes tienen hoy instalado el bufete “Troncoso-Leroux” en el lugar donde estuvo la residencia donde él pasó sus últimos años, tras mudarse de su anterior vivienda en Gascue. Su hijo Marcos confiesa sentirlo en la cotidianidad de sus jornadas laborales.
“Siempre habrá algo bueno”. Pedro nació en Santo Domingo el 19 de abril de 1904, hijo de Manuel de Jesús Troncoso de la Concha y Alicia Sánchez. Estuvo casado con Olga Hilda López-Penha Alfau, madre de sus hijos Marcos y María Alicia (fallecida).
Marcos resume sus recuerdos del padre relatando una conversación que sostuvieron al día siguiente del paso del huracán David por el país mientras tomaban el café en el despacho al que Marcos llegó venciendo los obstáculos dejados por el ciclón.
-Bueno, vamos a ver qué sale de esto, le comentó Troncoso Sánchez. “Ese es un episodio que lo retrata y que he convertido en lema personal, íntimo. Lo combino con una especie de vida, es ver los aspectos positivos que se derivan de la adversidad, saber que siempre habrá algo bueno qué hacer. No fue que me dio un consejo: terminó su café, puso la taza en el escritorio y tuvo esa expresión”, refiere, destacando la “actitud positiva que tuvo siempre”.
Evoca su gran sensibilidad humana con otra narración. Fue a pedirle la bendición cuando tecleaba un texto en su máquina de escribir mecánica y lo sorprendió llorando: “Estaba describiendo a Duarte en la selva del Orinoco. Él vivía a Duarte”.
Pedro, nieto del laureado filósofo, recibió como herencia del abuelo “hacer las cosas bien, actuar correctamente, ser honesto. Comencé la universidad en 1987, estaba muy joven y quise aprovecharlo lo más que pudiera, era extremadamente sabio y trabajador. Nosotros somos sus frutos”, exclama.
María del Pilar Troncoso Leroux conversa sobre el historiador con igual devoción. “Papó”, como le llamaban los nietos, “fue para mí mentor y guía. Me asesoró en el escribir aconsejándome: “No escribas en diez palabras lo que puedes decir en dos”.
“Era práctico, sencillo, decía las cosas de manera directa. Estaba dedicado a su pasión: Duarte. Me hablaba de filosofía, quería que supiéramos de dónde veníamos y hacia dónde íbamos. Nos acogía en su casa de la capital o en la de Boca Chica los fines de semana. Ahí escribía y solo escuchábamos la maquinilla”, manifiesta María del Pilar.
Troncoso Sánchez murió el 23 de mayo de 1989. El Gobierno decretó tres días de duelo nacional. Fueron conmovedoras las homilías de monseñor Hugo Polanco Brito y del padre Marcial Silva así como el panegírico de Manuel Goico Castro.
Dejó publicados los libros: Duarte a la luz de una conspiración, La faceta dinámica de Juan Pablo Duarte, Santana en la balanza, Las guerras europeas en Santo Domingo, Ramón Cáceres (Biografía), Hostos y nosotros, Sánchez, nuestro gran mártir, Bosquejos filosóficos, Glosas libres al Evangelio de San Juan, La vida al revés, Para qué hemos nacido, La Restauración y sus enlaces con la historia de occidente, Espiritualidad y cultura del pueblo dominicano, Mi metafísica: el valor negativo es irreal, Ensayos filosóficos: una concepción de la historia, entre otros.

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