Un prodigio entre arquitectura, museografía y colección

<P>Un prodigio entre arquitectura, museografía y colección</P>

Culminación de una década de planificación y preparación, proponer una mirada distinta a las obras del Museo del Louvre, establecer un diálogo con las colecciones de los museos de la región, ir al encuentro de nuevos públicos y dinamizar la economía local figuran entre los objetivos y retos fijados por los gestores y expertos del Louvre-Lens.

 Una construcción contemporánea conjuga el esplendor y la exigencia, tanto científica como estética de la sede central, en un territorio y un contexto contrastantes: una región minera de explotación del carbón que ha sufrido avatares económicos, y otro público, mucho menos acostumbrado en la materia, pero que ya acude con entusiasmo al descubrimiento de ese mundo de piezas únicas.

Parece increíble que allí se haya concentrado en 205 obras –pinturas, esculturas, objetos–, todas del máximo nivel y proviniendo del Louvre parisino, o sea la asombrosa producción artística de civilizaciones distintas  desde 3500 años antes de Cristo hasta el 1848.

En cierto sentido, esta selección impresionante facilita a los visitantes –¡hubo ya más de 100,000 en las tres primeras semanas siguiendo a la apertura!– la apreciación de los depósitos y colecciones permanentes, gracias a una representación exquisita, fruto de una labor colectiva de años realizada por especialistas de ocho departamentos, entre los cuales se destaca Vincent Pomarède, director del Departamento de Pinturas del Louvre.

Así, se tiene la oportunidad de contemplar a la Santa Ana de Leonardo da Vinci –sujeto de una magnífica exposición que ya reseñamos–, considerada como la cumbre pictórica de su autor pese a la insuperable popularidad de La Gioconda.

La arquitectura. La construcción del Louvre-Lens es el resultado de un concurso internacional en el cual participaron 124 agencias de arquitectura, de las cuales seis fueron seleccionadas. Finalmente han sido ganadores, en el 2005, la joven agencia japonesa SANAAA y sus arquitectos Kazuyo Sejima y Ryue Nishisawa, premiados y de creciente notoriedad.

Concebido como “una edificación ligera y modesta” –según el arquitecto Louis Grege– , el Louvre-Lens se compone de cinco edificios, de mínima altura, eslabonados en zigzag alargado, diferentes en tamaños y fachadas, pero alternando todos el vidrio y el aluminio, a la vez que privilegian la luminosidad natural constante… en una región norteña. ¡Este conjunto arquitectónico se considera unánimemente como una proeza técnica!

El edificio central es el inmenso “hall”  de 3,500 metros cuadrados, completamente transparente, que permite una libre circulación, invitando a entrar y a pasar a las áreas de exposiciones.

En el corazón de esta arquitectura experimental y aparentemente desmaterializada, en esta estructura sostenida por delgadísimas columnas de acero, se encuentran las salas de exposiciones, dispuestas en una sola planta, la Galería del Tiempo con la exhibición permanente, una segunda dedicada a las muestras temporales y un auditorium.

Luego, en el sótano, otros espacios se han dedicado a los demás servicios museales. Por cierto, el público puede ver a través de ventanales, reservas y talleres de restauración. Sobriedad y fineza son extremos.

Museografía y exposiciones.  El recinto mayor, de 120 metros de largo y 3,500 m2 de superficie,  con una atmósfera  radiante de blancura, es la “Galerie du Temps” (Galería del Tiempo) que presenta cronológicamente más de 200 obras, proviniendo de las colecciones del Louvre, confrontando positivamente el arte de países europeos y de las tierras del Islam,  cubriendo cinco mil años de arte, desde el nacimiento de la escritura en Mesopotamia, hasta mediados del siglo XIX, con el famoso cuadro de Delacroix “La libertad guiando al pueblo”, de vastas dimensiones murales, emblema y símbolo de la revolución.

Esta increíble oportunidad de recorrer la historia del arte, relacionada con eventos políticos, constituye al mismo tiempo el fondo semipermanente de la institución, con piezas cedidas por un máximo de cinco años y que se sustituirán entonces por otras de  igual categoría plástica, de un mismo nivel y significación,

De museografía extremadamente grata, atractiva y compleja en su perceptible sencillez, es la calidad de espacio abierto, sin tabicamiento, con óptima distancia entre las obras, con paneles ritmados en sentidos horizontal y vertical que  permiten al espectador contemplarlas individualmente y/o comprobar parentescos epocales, combinando armonía y contraste. 

A veces, una escultura, en su tamaño y tridimensionalidad, parece convidarnos a mirar  las pinturas de la misma época, especialmente en el siglo XVIII.

Esa misma disposición espacial deja al espectador la libertad de devolverse y modificar su circuito. Se van sucediendo los períodos de la antigüedad, la Edad Media y los tiempos modernos, a partir del Renacimiento.

Por cierto, el Renacimiento, con particular riqueza en las colecciones del Louvre y siempre fascinante para todos los públicos, inaugura la parte dedicada a grandes exposiciones temporales. Son trece temáticas ilustradas por la pluralidad de las expresiones artísticas, de categorías plásticas y gráficas,  mientras la literatura y las corrientes de pensamientos, el humanismo y la fe en el hombre ocupan el lugar privilegiado que les correspondió en un movimiento único.

La museografía simultáneamente estimula la curiosidad y favorece la concentración.

Finalmente, en el Pabellón de Vidrio accedemos a una visión del tiempo en tres módulos, según calendario, estaciones y signos del zodíaco, alcanzando hasta el arte contemporáneo, y también con testimonios de la creación popular de la región.

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El Louvre-Lens y algunas cifras:

5 edificios
28,000 metros de superficie
25,000 árboles plantados
20 hectáreas de parque
205 obras maestras en la Galería del Tiempo
750,000 visitantes esperados el primer año
Costo total: 150 millones de euros.

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