Un proyecto nacional

Un proyecto nacional

El país está como un barco sin rumbo. Las almas sin ilusiones sienten cierto desdén por el medio que las vio crecer. La falta de ilusión, en buena parte, nace de la brecha creciente entre ricos y pobres y se desarrolla cuando los ciudadanos constatan que el caudillismo es retórica pura. Una civilización basada en la retórica. De ahí que sea imprescindible un Proyecto nacional de desarrollo, que cierre esa brecha y termine con la anarquía clientelista. Ese Proyecto de desarrollo debe partir de la constatación de que en R.D. existen cinco sectores económicos que son básicos: el turismo, las zonas francas, las telecomunicaciones, las remesas y el sector de materiales de construcción. Reformables pero intocables. Ellos son la gran locomotora del desarrollo económico de servicios actual de R.D. De la velocidad de su expansión depende que otros sectores de la economía, que no han despegado o que se han quedado rezagados puedan interactuar y fortalecerse. El turismo, por ejemplo es una gran factoría. Cada hotel es una factoría que consume diariamente productos agropecuarios, industriales y de servicios en grandes volúmenes, para satisfacer las necesidades del turista.

El país tiene muchos pobres. La suerte es que nuestros pobres tienen como ideal de consumo los gustos de la clase media, aunque por otro lado, todavía piensan como pobres: no disponen de suficiente educación formal. Bueno, entonces lo prioritario es lograr que los pobres tengan acceso a una educación formal, escolar, de calidad. Que se inviertan altas sumas del presupuesto nacional en educación durante los próximos 10 años para lograr que nuestros pobres piensen y sientan como clase media. Mientras más variados y amplios sean los diferentes segmentos de la clase media, más pobres irán integrándose poco a poco, a un estilo de vida con glamour. París, es una ciudad de clases medias, por ejemplo y es muy bella. Lo grave sería, como sociedad, que todo el tiempo viviéramos, como lo hacemos ahora, con pobrezas excluyentes y riquezas aislantes, como antípodas eternas y necesarias. Ese no es el mejor camino. El mejor camino es la unidad de propósito de todas las clases sociales, pero con mucho desprendimiento, a sabiendas que podemos crear una República con una gran clase media. Si el sistema social que tenemos no es capaz de garantizar la riqueza y el bienestar en sentido general, es porque algo está fallando. Algo muy importante.

Si educamos nuestra juventud de manera que obtenga suficientes destrezas laborales, artísticas, musicales, idiomáticas y deportivas, la educación multinacional que necesitamos será un éxito, casi una hazaña…

Si garantizamos salubridad a las personas humildes podremos exigir tranquilidad a la pobreza, a una sociedad enferma, donde un 56% de las familias generan menos ingresos que el crecimiento de su población.

Si reforestamos nuestras cuencas hidrográficas, no se perderán nuestras inversiones multimillonarias en presas, canales de riego y acueductos, una pequeña muestra de nuestra capacidad para obtener un mayor confort urbano…

Si garantizamos abundancia energética, sin corrupción, el sistema económico podrá desarrollarse, nuestro intento de apertura mundial no será mera ficción y la privatización de la energía eléctrica no será otro molino de viento del Quijote que llevamos dentro…

Si separamos nítidamente los tres Poderes del Estado, y se despolitizan las instituciones, siempre tendremos instituciones de respeto y confiabilidad y el dominicano no sentirá impotencia ante la justicia y poca representatividad en sus legisladores y munícipes.

Si producimos los alimentos necesarios y aprovechamos el extenso aprendizaje agrícola y ganadero heredado de siglos, para nutrir una población creciente, nacional y extranjera, la pobreza no seguirá siendo nuestra gran maestra y nuestro gran estilo…

Políticos del país: aprendan a conversar. Sentados en una mesa, conversen sobre un Proyecto nacional de desarrollo donde estén integrados educación, energía, salubridad, reforestación, instituciones y alimentación. La democracia es una creación colectiva, donde las comunidades son su epicentro. Es el resultado del desarrollo, no el camino hacia el desarrollo. En R.D. no existen instituciones democráticas sino instituciones débiles que no ejercen a fondo la democracia a lo interno, y subdesarrollo en el 56% de las familias dominicanas. En ese rango, estamos en el mismo nivel de vida que teníamos en 1971. Hemos perdido 30 años aunque hayamos ganado en múltiples experiencias, destrezas y tecnologías. Mientras tanto, la ruina social y la brecha entre ricos y pobres es mayor cada día. La enfermedad que corroe nuestra sociedad, es la falta de planificación, es constitucional y congénita, no es algo que nos venga desde fuera, sino que es consecuente con nuestra inercia constante, con ese supremo arte de prorrogarlo todo, con dejarlo todo para después… La eterna retórica. Lo que el pueblo está esperando es un Gobierno donde la sociedad converse sobre un Proyecto nacional, que una al sector público, al sector privado y a las universidades y centros de investigación del país, en una actividad permanente, basado en la planificación de las provincias, en programas de desarrollo concretos, apartidistas. Con el mayor respeto a la clase política, en los últimos 40 años, han sabido ejercer al Poder, pero no han sabido servir con eficiencia, con planificación, a corto, mediano y largo plazo, como lo hicieron todos los países que hoy son desarrollados.

No sólo los mercados lo demandan, sino sobre todo la gente humilde. ¿Podrán los mercados dominicanos organizarse alguna vez en función de sacar al país de la pobreza? Ya que no hay enemigos comunistas o anticomunistas a la vista, ese es nuestro reto: planificar para salir de la pobreza. Porque el pleito ya está ganado para un 44% de la población, que forma una variada clase media y una clase alta dotadas del glamour necesario.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas