Un puño sigue enguantado

Un puño sigue enguantado

Con alternancia del llanto, los polos de la enseña morada han sido siempre los que en estos tiempos mejor conocen la dureza de los golpes que el Estado propina cuando es contendiente y aspira a ganar el poder o retenerlo. Ambas tendencias partidarias han tenido motivos, para, en episodios cuatrienales sucesivos, considerarse vencidos por el contrincante de turno de su propia especie investido de autoridad que recurre con máscara o abiertamente a la abundancia de medios que los gobiernos pueden instrumentar para ser al que verdaderamente debe ser superado en simpatías para alcanzar el cetro, no importa la idoneidad del arbitraje reinante.

Si la democracia es competencia de honor, a sus asaltos o «round» deben acudir gladiadores de un mismo peso, bajo unas mismas reglas contra los golpes fuera de zona y los cabezazos que en toda democracia auténtica existen y se cumplen. Bajo la desigualdad con vuelcos propagandísticos que duplican o triplican los de específicos contendores, a más de recurrirse a la conquista de adeptos desde la abundancia de recursos y generosidades, no se puede hablar de buena lid. Ni atribuirle calidad a sufragios atraídos por sistemáticos favores o logrados con manipulación de promociones basadas en el insistente y seductor énfasis de los juegos de palabras y estribillos puestos a sonar excesivamente sobre mentes acríticas por la baja escolaridad tan amada por políticos.

Impudicia que no desaparece

El presidente Danilo Medina da por pasada de moda la compra de cédulas para condicionar resultados electorales, pero hubo abundancia de turpenes que no estaban «enterados» de que el país había superado la mala práctica. Consta en el informe de Participación Ciudadana que personas que actuaban en los entornos de centros de votaciones a nombre del PLD, y también del PRM, recurrían a la ilegal adquisición en 30% de los colegios

Denuncias por redes con uso de imágenes de vídeo mostraron casos en los que el dinero fue empleado con desparpajo para motorizar sufragios con pintoresca resistencia de «prosélitos» a penetrarse a recintos por la tardanza en darles «lo suyo»; gente que hacía que su apoyo a candidatos dependiera de algo «contante y sonante». No de su inteligente ponderación de méritos.

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