Un regalo de Reyes y Gregorio Marañón

Un regalo de Reyes y Gregorio Marañón

El que escribe asume el “yo”, no se puede dar vuelta atrás de lo que usted se arrogó si ya está impreso. Uno tiene muchas personas que disfrutan del estilo que tenemos de escribir (mis siempre amables lectores) y otros ni se molestan en leernos. Felizmente, aquí se cumple aquello de no ser uno como las “pepitas de oro”, que ellas sí les gustan a todo el mundo.
Esta reflexión la hago para agradecer de todo corazón los juicios del Sr. José Alfonso Petit Fondeur, quien en uno de los regalos que recibí en estas pascuas me dijo: “Doctor Silié, usted es el Gregorio Marañón dominicano, ya que el estilo en la escritura del maestro español y el empeño en la difusión científica digerible, son en usted dos acciones muy similares”.
En verdad, que sus juicios tan benévolos para con mi persona, me hicieron meditar y pensé ¿qué de parecido tengo yo con este inmenso intelectual madrileño, y qué podía yo pedir como regalo de Reyes para nuestro amado país?
Para los de mi generación, en nuestra infancia un día como el de hoy era con creces uno de los más felices del año. Levantarse uno y quedar asombrado de cómo Melchor, Gaspar y Baltasar, podían ser unos “magos”, ser tan generosos y manejarse a través de las rendijas de las puertas con bicicletas, patines, revólveres, guantes, pelotas, muñecas, etc.
Debo aceptar públicamente que mis hermanos y yo tuvimos días de Reyes de máxima felicidad, nunca tuvimos una negación de nuestras aspiraciones en las carticas dirigidas a los “magos de oriente”, dejadas con agua, menta verde y la “yerbita”, término que hoy tiene otra connotación, pues en nuestros días infantiles, el viejo Santa Claus no pasaba de New York, lo que nos permitía disfrutar de las cabalgatas y los días seis de enero del bailecito de Reyes con la orquesta Santa Cecilia de Don Luis Alberti.
El Dr. Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960), fue un eminente médico, educador y ensayista español, con grandes aportes en los campos de la endocrinología, la patología, la historia y la estructuración de la ciencia. Sus biógrafos señalan que: “Su estilo base indudable de sus éxitos, se caracteriza por su capacidad expositiva, que se sitúa a medio camino entre la prosa científica y la expresión literaria. Por ello está considerado no solo como uno de los principales ensayistas de nuestro tiempo, sino también del eslabón entre el ensayo literario y el específicamente científico”. Entenderán ahora mis amables lectores lo benevolente y gentil que ha sido para conmigo mi querido amigo don José, al igualarme con este prohombre.
Algo que sí acepto, es que el magisterio está en mi código genético, por tener las dos vías familiares de herencia: de la parte paterna en la gran estirpe magisterial de los Silié, mi abuelo Fermín Silié, fue el fundador en San Cristóbal de la escuela de Artes Manuales, los tíos y tías, todos profesores fundaron varias instituciones educativas, entre ellas, uno de los primeros Institutos de Educación Comercial en el país y varios colegios, también fueron profesores universitarios, y luego, alcanzando mi padre, José Silié Gatón el grado de Profesor Meritísimo en la UASD, donde un aula en la Facultad de Derecho lleva su nombre. Por la parte materna (Ruiz-Gómez) por igual: en Salcedo, la Escuela de Educación Primaria lleva el nombre de María Josefa Gómez, mi tía abuela, por igual mi abuela Altagracia Gómez fue maestra de generaciones. Por los Ruiz, el tío “Chu” profesor de odontología en la Universidad de Nueva York y el tío Juanito en la escuela de Artes y Oficio. Mis tres inteligentes herederos son ya profesores por igual. Es decir, que es una prosapia familiar heredada en lo magisterial, que por doble carga genética y ya en una tercera generación, no la podemos soslayar. Por todo esto, hoy seis de enero, pido para mi amado terruño como regalo de reyes, una mejor educación en el país, porque ella es lo más vital para el desarrollo, nos libera del camino y el señorío del desconocimiento, que tanto atrasa y entrampa al hombre. La educación, el conocimiento y la cultura abren los ventanales del discernimiento, para permitirnos comprender el valor de la ley, la justicia y el derecho, que son los elementos fundamentales para una mejor convivencia social.

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