Un relevo maldito

Un relevo maldito

La multiplicación de grupos delincuenciales en nuestro país parecería un fenómeno consustancial a cierto tipo de progreso material que ha estado en auge en nuestra sociedad y que se nutre, desgraciadamente, de jóvenes, de futuros hombres, que han quedado sin el resguardo de organizaciones concebidas para el bien, para la forjación de individuos aferrados a los más altos valores morales.

En nuestro país, los clubes fueron en alguna época los núcleos por excelencia para interesar a jóvenes y adultos en disciplinas sociales que tenían como premisa la unidad y solidaridad de los individuos para con sus semejantes. La cerrazón política de la llamada «Era de Trujillo» los estigmatizó y persiguió, dejando que crecieran en su lugar grupos de acólitos y paniaguados del régimen, que no hacían otra cosa que alimentar el ego del tirano con loas y alabanzas.

Depuesta la tiranía, se produjo el esperado «boom» de surgimiento de clubes hasta que, a partir de 1966, la hostilidad del régimen de Joaquín Balaguer reactivó el acoso político contra la juventud y todo lo que pudiera significar ideas progresistas y, por sobradas razones, contestatarias a su régimen de persecución ideológica.

Aniquilados los clubes, sobre todo aquellos que insistían en fomentar la cultura, vino, con marcha lenta pero firme, una especie de relevo maldito que ha suplantado los valores morales y culturales predicados por los clubes, por todas las modalidades de delitos y crímenes que nos acosan hoy día, por todas las clases de vicios y prácticas amorales que ruborizan en estos tiempos a nuestra sociedad.

-II-

Una política que tenga el objetivo de rescatar a mucha juventud descarriada, atrapada en los vicios y en la aparente bonanza material que perciben quienes los fomentan, necesita rescatar la mística de servicio que caracterizaba a los clubes.

En nuestros barrios, en nuestras comunidades, hace falta rescatar de los vicios a muchos jóvenes, futuros hombres y mujeres, que han sido arrastrados a las drogas, la prostitución, el crimen y el delito. Ese rescate, sin embargo, necesariamente debe ofrecer alternativas ocupacionales que aceleren la desintoxicación moral y fomenten la práctica de valores y principios. ¿De qué serviría rehabilitar a un adicto para lanzarlo nuevamente al mismo medio que lo corrompió, sin ofrecerle alternativas de cambio, sin permitirle ver la diferencia entre el abismo y la cima?

El Gobierno que preside el doctor Leonel Fernández Reyna tiene en carpeta de prioridades una guerra contra la delincuencia y el crimen. Aparte de organismos represivos, que actúen con apego a la ley y observando absoluto respeto por los derechos humanos, necesitará poner a disposición de quienes puedan ser rescatados de las garras de ese relevo maldito, alternativas de regeneración y reinserción en la sociedad como ente de bien.

Se nos ocurre que el fomento de los clubes deportivos, culturales y de otras índoles, en los que estén incorporadas escuelas vocacionales y otras facilidades de formación, constituiría un buen pie de amigo para la tarea moralizadora que se tiene entre manos. Hagamos resurgir los clubes para que éstos desplacen el relevo maldito que aniquila nuestros mejores valores.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas