Almorzar o cenar en el restaurante Cantábrico es, para muchos de sus clientes, una tradición.
En sus casi 60 años, el establecimiento ubicado en la avenida Independencia todavía conserva la esencia con la cual fue fundado. Es quizás el motivo por el que hay personas que no conciben un almuerzo fuera de aquí.
Todos los días, a la hora del almuerzo, van llegando uno por uno los asiduos comensales. Ayer estudiantes y hoy profesionales, que han hecho de este espacio parte de su vida.
Pero también las familias tienen tradición aquí. Hay algunas que vienen cada fin de semana.
Y como reza el dicho lo que da resultado no se cambia, aquí aún se sirven las recetas tradicionales españolas, que dejó doña Lina, fundadora del restaurante.
Esas paellas, arroces españoles, cocidos de garbanzos, lentejas, que acostumbraba a cocinar en ese lugar doña Lina, continúan siendo el imán que atrae a los clientes. Esto, sumado a que incluso el local aún conserva el estilo con el cual se diseñó. Además de las pinturas que exhiben, unas paredes adornadas con madera de caoba, forman parte de su decoración. Su fundadora quiso diseñarlo teniendo como inspiración los restaurantes españoles de la época.
Nosotros estamos remodelando la fachada, la iluminación, pero siempre manteniendo el estilo tradicional del local. Intentamos conservarlo en la misma forma y el mismo ambiente en el cual se concibió, explica José Miguel Gómez, quien junto a su socio Elías Moure, administra el restaurante desde hace diez años.
Cuenta que básicamente sirven comida tradicional española, algunos platos fusionados con la comida dominicana. Es por eso que cuentan con dos chef: un español y un criollo.
Aunque tenemos clientes españoles, nos visitan muchos dominicanos. Principalmente aquellos que aman la comida española, nos cuenta.
Y a pesar de que los tiempos han cambiado, hay algo que tampoco cambiará: Procuramos mantener el lema con el que se abrió en 1954: la cocina, con amor, despacio y a fuego lento.
Un poco de historia. Como él y Elías solo tienen una década frente a este negocio, José Miguel cuenta que han ido tejiendo la historia del Cantábrico, con las anécdotas y comentarios de sus clientes más antiguos. Además de que siempre están investigando.
Doña Lina fue una española que vino a cocinarle a Rafael LeónidasTrujillo, porque éste se enamoró de un cocido que comió donde el general español Franco, que ella había preparado. Pero María Martínez, esposa del jefe desconocía de su existencia en su casa y un día, la canceló.
Agradecido con ella, Trujillo le regaló 25 mil pesos, en esa época (1954) mucho dinero, que le sirvió para poner su propio negocio.
Fue entonces cuando Lina instaló una churrasquería y una cafetería. Al pasar del tiempo fue ampliando el establecimiento, para más tarde convertirse en un restaurante de comida española. Este, incluso, como dice Gómez, llegó a figurar en la prensa estadounidense como uno de los mejores 50 restaurantes del mundo.
Luego doña Lina se trasladó a la avenida Máximo Gómez y abrió otro restaurante donde está el hotel Barceló Santo Domingo hasta hace poco hotel Lina.
Fue entonces cuando el Cantábrico pasó a ser propiedad de otras personas. Dos familias españolas lo llegaron a administrar, hasta llegar a manos de Gómez y Moure.
El establecimiento. Dentro de su remodelación, los propietarios están adecuando un salón de actividades con capacidad para 120 personas.
Cuenta además con el Bar Cantábrico, en el que se reúne un grupo de personas, las cuales han formado una especie de comunidad, donde comparten tertulias y tragos.
Para el próximo año, en su aniversario número 60, se hará una celebración con todos sus clientes.