Un reto permanente

Un reto permanente

Alcanzar la eficiencia en  el servicio de suministro de electricidad ha sido un desafío permanente para el Estado dominicano. Lo ha sido desde que al tirano Rafael Trujillo se le ocurrió estatizar la Corporación de Electricidad y desde que sembró entre los dominicanos el vicio del no pago por este servicio.

En estos tiempos, con el barril de petróleo a precio sobre los cien dólares, el Presidente Leonel Fernández continúa denominando esa meta como el gran desafío, y no es para menos.

  Un escollo terrible que conspira contra la eficiencia energética es la insinceridad de  costos y tarifas en un mercado que no logra cobrar todo lo que pone a disposición de los usuarios y que se mantiene a flote gracias a esa insinceridad y al hecho de que el Estado subsidia generosamente este bien.

Sumemos a todo eso la imposibilidad del mercado para resarcir sus pérdidas por concepto de  una importante sustracción de energía que, contrario a lo que se cree, tiene a sus principales protagonistas entre los grandes usuarios.

II

Por esas y otras causas, y porque ni siquiera ha sido un hecho la criminalización del robo de electricidad, el logro de la eficiencia en el mercado eléctrico continuará desafiando por mucho tiempo la capacidad del Estado y de un sector privado sumergido en una accidentada capitalización.

 La mejor forma de evitar que la factura energética contagie de ineficacia a la industria y el comercio, mermando su competitividad en tiempos de globalización, es que el Gobierno continúe los esfuerzos que ha estado haciendo por lograr que las distribuidoras de electricidad mejoren sus cobranzas y mantener el proceso de reconversión de plantas para operar con combustibles menos costosos que los derivados del petróleo.

Ha habido mejoría notable en el servicio energético y la campaña para desmontar la cultura de no pago sembrada por Trujillo ha ido dando resultados tangibles.

El Gobierno debe sentirse estimulado a continuar esta tarea, pero debe asumirla con la convicción de que lograr la eficiencia del mercado eléctrico es, sin duda, un reto permanente que demanda, en primer orden, el desmonte de toda una cultura.

Por fin

En estos tiempos, en que el lenguaje hace énfasis en la diferencia de género, sería propio decir que el Enriquillo ha sido el “ceniciento” entre los parques capitalinos.

Abandonado a su suerte e invadido durante mucho tiempo por toda especie de delincuentes y mercaderes, incluidos entre estos los de servicios carnales y drogas,  el Parque Enriquillo descendió a la categoría de territorio de nadie, abierto a las prácticas del mejor postor.

Satisface ahora la promesa del Ayuntamiento del Distrito Nacional, de que en dos meses el Parque Enriquillo estará remodelado y convertido en un lugar de esparcimiento para todos.

Precisamente, uno de los grandes méritos del ADN ha sido el mantenimiento de la limpieza en su demarcación y la recuperación y construcción de áreas para el esparcimiento de grandes y chicos.

Devolverle el esplendor al Parque Enriquillo sería una gran obra que permitiría distender una zona de alta densidad comercial, de tráfico incesante y sin espacios de transición para el reposo.

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