¡Un robo!

¡Un robo!

Impuestos Internos, nueva vez, exhorta a comerciantes y a industriales a pagar el ITEBIS que cobran en sus facturaciones por la prestación de servicios y la venta de bienes.

Ese dinero lo pagan quienes adquieren mercancías o reciben servicios. No lo cubren los vendedores y prestadores de los servicios.

Por tanto, no entregar ese dinero a su propietario, el Estado, por parte de simples agentes de retención es sencillamente un robo.

Pero mientras el Estado más habla, menos acción toma.

¿En qué quedamos, entonces?

Haití-RD

República Dominicana vende productos a Haití por unos ochocientos millones de dólares al año, según el embajador quisqueyano acreditado ante el gobierno de Puerto Príncipe.

Pese a su relativa importancia, baja es esa suma, si se toma en cuenta que Haití podría muy bien ser el primer receptor de las exportaciones dominicanas, dada su proximidad geográfica y sus necesidades en todos los órdenes.

Haití debería ser el primer cliente comercial dominicano. Es más, con los haitianos se justificaría un TLC, previo los estudios de rigor.

La importancia del mercado haitiano para el dominicano, sin embargo, no justifica el desorden migratorio en que se desenvuelven las relaciones entre las dos naciones que comparten el dominio de la isla.

Y no es cierto, como algunos pretenden demostrar, que el flujo migratorio de Haití hacia Dominicana esté controlado por los militares en la zona fronteriza. Si es por las informaciones que emanan de los propios organismos gubernamentales, ese flujo es un auténtico desorden.

Se impone, pues, que los gobiernos de las dos naciones se aboquen a la discusión seria de un verdadero tratado migratorio, discusión en la cual se escuchen las partes interesadas y se tomen decisiones que vayan a favor de los dos países.

Eso no significa, empero, que República Dominicana y Haití dejen de ejercer su derecho soberano de permitir la entrada organizada a sus respectivas naciones a quienes deseen hacerlo. Ese derecho soberano no puede estar sujeto a simples convenios o a las supuestas necesidades de sectores muy interesados en sacar beneficios de situaciones adversas.

Haití es nuestro potencial primer mercado comercial. Tenemos que cultivarlo. No sencillamente explotarlo, en la acepción más socorrida de ese término.

El tránsito terrestre de mercancías es una de las ventajas que se ofrece al productor dominicano y los tradicionales “mercados” semanales que se llevan a cabo en territorio dominicano, con la presencia de haitianos que cruzan las frágiles líneas divisorias, bien controladas esas líneas, son muy beneficiosos para los nacionales de los dos países.

Cultivemos el mercado haitiano. Pero vamos a hacerlo en forma ordenada. En medio del desorden, de la entrada de miles y miles de indocumentados haitianos, no se justifican los beneficios de un incremento del intercambio comercial. Esos beneficios serían para algunos sectores, mientras que los daños afectarían todo el país.

Vamos a producir para Haití. Pero tratemos de producir con dominicanos, recibiendo a los haitianos con los brazos abiertos, en orden y con las limitaciones que la Constitución y las leyes establecen.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas