Un sábado adjunticio

Un sábado adjunticio

Mañana será el último domingo de adviento. Talvez no sea pecado bautizar este día como último sábado “adjunticio”. Después de todo, esta palabreja procede de adjunto, que significa aquello que va unido con otra cosa; no hay duda de que todos los sábados preceden a los domingos. El próximo domingo es el último que viviremos antes de la Nochebuena. No debe permitirse que ningún sábado pueda llamarse “adventicio”, o sea extraño, añadido, brotado fuera del orden natural, “que se ha desarrollado en lugar distinto del habitual”, como se ría el caso de un hígado crecido detrás del corazón.

Mi apreciado amigo y colega, Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, no toleraría esos “excesos” en el uso de los vocablos de nuestro idioma. No es recomendable crear neologismos innecesarios, forzando el significado de las palabras, hasta desbordar sus raíces etimológicas. Con los domingos de adviento ocurre que representan una respetable tradición religiosa. En Santo Domingo, además de esa tradición cristiana universal de la Natividad, tienen presencia histórica los famosos sermones del Fray Antonio Montesinos en defensa de los indígenas de la isla Española. Tal vez estos sermones hayan sido origen del Derecho de Gentes, que fue el embrión del derecho internacional público.

Los sábados, por “adjunticios” que sean, no pueden competir con los domingos; menos aun en esta época de fiestas sacras y aniversarios honrosos de la época colonial. Pero los sábados próximos a la Navidad, no son días en los cuales sea lícito tratar asuntos que revistan “importancia trascendental”. No creo que hoy sea un día apropiado para abordar el tema del aborto, el porvenir de las relaciones de Cuba con Norteamérica, los problemas del mercado petrolero mundial, o las dificultades monetarias de los EUA y de Rusia.

Para este sábado “adjunticio” del gran asueto ceremonial, religioso y laboral, es preferible pensar en los afectos familiares, en los platos criollos que no se ven todos los días: lerenes y pan de fruta, los bocadillos de piña con arroz, el jamón “planchao” y otras delicias gastronómicas antillanas en trance de desaparición. A lo mejor, ingerir estos manjares tenga la virtud de sosegarnos sin necesidad de acudir a las consultas de los psiquiatras.

 

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