En la búsqueda incesante de oportunidades para ampliar conocimientos y lograr un exitoso desarrollo personal y laboral, los jóvenes tienen en las experiencias de sus mayores un activo invaluable que, de ser adecuadamente aprovechado, representa un potencial de ideas y proyectos.
El vigor de la juventud que proporciona el empuje necesario para emprender iniciativas novedosas, unido a un sentido de humildad que permita escuchar y apreciar esos consejos, es clave para asegurar efectividad en los objetivos propuestos y reducir la posibilidad de tropiezos.
Una fórmula, probablemente no infalible, pero provechosa, porque es refrendada por logros obtenidos en base a la perseverancia y al trabajo creador, recomienda desechar, con igual rigor, cualquier inclinación hacia el pesimismo que anticipa derrotas emocionales, al igual que el exceso de entusiasmo que impide el equilibrio y prudencia para prevenir pasos en falso.
En una charla que ofreció a los jóvenes en la primera feria de emprendedores celebrada en el país, el empresario José Luis Corripio Estrada (Pepín) hizo precisos señalamientos en ese sentido que deben ser objeto de un detenido análisis y ponderación.
Sus palabras fueron tan certeras e ilustrativas que merecen ser citadas textualmente en su justo contexto: “Tanto el entusiasmo exagerado como el pesimismo son malos consejeros; siempre es bueno estar en un estado mental neutro donde la razón predomine más que el entusiasmo. Muchos de los fracasos ocurren por un exceso de ambos y peca menos en el fracaso el que es pesimista que el otro”.
En este último aspecto quizás quiso subrayar que aunque en su esencia es negativo, el pesimismo no excesivo ni patológico puede ser un mecanismo para garantizar pasos en firme y no dejarnos guiar por cantos de sirena. En otras palabras, que haya la capacidad de advertir el peligro de dejarse seducir o llevar a la perdición por incitaciones ilusorias o falsas promesas.
El filósofo español José Ortega y Gasset respondía magistralmente a quienes pretendían descalificarlo, señalándolo como propulsor del pensamiento pesimista, sin reparar en la profundidad conceptual de sus razonamientos y críticas a pautas del comportamiento humano y social. De ahí su expresión de que “en ocasiones son las cosas de tal naturaleza que juzgarlas con un sesgo optimista equivale a no enterarse de ellas”. Desde ese punto de vista, el pesimismo no es tal sino propiamente objetividad o realismo para ver hechos, situaciones y personajes en su debida perspectiva y dimensión, más allá de nuestros deseos y proyecciones particulares.
Con todo el caudal de edificantes vivencias a lo largo de su dilatada trayectoria empresarial, don Pepín ofrece a los que se adentran en el emprendurismo otra recomendación de mucha utilidad: “es mejor un éxito moderado a uno violento o riesgoso con la posibilidad de un fracaso”.
La vida y la obra de Don Pepín se ajustan al significado de emprendedor como una persona que ha sido capaz de convertir una idea en un proyecto concreto y conciso, identificando y organizando los recursos necesarios para desarrollarla y hacerla una realidad rentable.
A David Collado, propulsor principal de esta cultura emprendedora enfocada a los negocios con sentido visionario, dinámico, innovador, sin temor al riesgo o el fracaso, le toca el mérito de aportar a las nuevas generaciones de estudiantes, profesionales y en general a gente creativa y en nada conformista, la posibilidad de llegar a tener sus propios medios de producción para aportar a la economía nacional y no estar sujetos a empleos de remuneraciones indignas.