CHICAGO— Un día de mayo de 1970, un niño y su hermana discapacitada estaban sentados en la acera fuera de una taberna de Chicago, esperando que su madre saliera. Cuando un sacerdote con ojos arrugados y una sonrisa fácil pasó por allí y le ofreció a la familia que los llevara a casa en su automóvil, no pudieron estar más contentos.
El padre Donald J. McGuire, cercano a la Madre Teresa, llevó a la familia a su casa y se congració con la madre del entonces niño de 11 años, Robert J. Goldberg, convenciéndola de que su hijo estaría mejor viviendo bajo su supervisión. Goldberg, ahora de 61 años, dijo que pagaría caro el favor, soportando lo que él describe como años de control psicológico y abuso sexual que sufrió mientras trabajó como asistente para el difunto padre McGuire.
Dijo que permaneció bajo el dominio del jesuita durante casi 40 años, incluso se ofreció como voluntario para testificar a favor de McGuire durante los juicios penales que enfrentó en Wisconsin e Illinois y que finalmente resultaron en una sentencia de 25 años de prisión para el sacerdote.
Sin embargo, hoy Goldberg dice que finalmente logró liberarse del control que McGuire tenía sobre él, por lo que ha comenzado a contar su historia, en entrevistas con The Associated Press y en una demanda que presentó el lunes en el tribunal estatal de California en San Francisco.
El sacerdote jesuita abusó sexualmente de un niño estadounidense “en más de 1.000 ocasiones, en múltiples estados y países”, asegura una demanda presentada el lunes en la corte estatal.
McGuire falleció en 2017 en una prisión federal, donde cumplía una condena de 25 años por abuso sexual de otros niños a su cuidado.
La demanda presentada el lunes no menciona acusados, pero los abogados de Goldberg aseguran que incluirán a la orden jesuita en Estados Unidos y al líder de la orden en el Vaticano. La denuncia asegura que, mientras Goldberg era víctima de los abusos, las autoridades católicas estaban al tanto de que McGuire enfrentaba varias acusaciones de abuso sexual de menores e hicieron todo lo posible por encubrir sus delitos.
En las casi dos décadas desde que estalló el escándalo de abusos en la Iglesia católica de Estados Unidos, miles de víctimas han dado la cara para narrar sus historias.
Cientos más revelaron sus casos en demandas presentadas a principios del año, cuando el estado de Nueva York abrió una ventana de un año que le permite a las víctimas interponer demandas de abuso sexual sin importar si ya prescribieron. Se anticipa que cientos más, como Goldberg, aprovechen una ventana similar que se abrirá en California a partir del 1 de enero.
Pero muchas víctimas aún sufren en silencio, a menudo tomándoles décadas antes de revelar su situación, si es que lo hacen. Los activistas aseguran que los sacerdotes depredadores, como representantes de Dios, ejercen un poderoso control sobre los niños de los que abusan, especialmente cuando están ayudando a los menores y a sus familias a sobreponerse a la pobreza y a otros obstáculos.
Durante esta época, de acuerdo con la denuncia, Goldberg pasaba las noches en la residencia de McGuire o volvía a la casa de su familia acompañado de McGuire, quien dormía con él en la misma cama. En tanto, la madre de Goldberg comenzó a depender de los fondos que McGuire le pagaba a Goldberg por trabajar como su asistente, entre 300 y 500 dólares a la semana.
“Era muy controlador. Yo no tenía voz ni voto”, dijo Goldberg a la AP. “Tenía que hacer lo que fuera que él le dijera a mi madre que quería que hiciera”.
Goldberg y su familia siguieron a McGuire a California en 1976, donde el sacerdote aceptó un trabajo de profesor en la Universidad de San Francisco, un plantel jesuita, y de promotor de un ministerio ambulante en el que presidía retiros religiosos de católicos acaudalados, de los que obtuvo enormes donativos.
Fue en esa época en que McGuire forjó sus vínculos con la hoy santa Madre Teresa, convirtiéndose en su asesor espiritual mientras aprobaba a las monjas que quisieran unirse a la orden que ella fundó, las Misioneras de la Caridad.
Goldberg dijo que sus sentimientos hacia McGuire comenzaron a cambiar después de escuchar el testimonio de las víctimas en su juicio penal en Chicago, en el que Goldberg estaba asignado para testificar en favor de McGuire.
No fue llamado al estrado, pero asegura que terminó sintiendo que McGuire “no tenía remordimiento” por lo que le había hecho a Goldberg y a otras víctimas.
Las preocupaciones en torno a McGuire se remontan a principios de la década de 1960, cuando vivía en Europa y autoridades eclesiásticas en Alemania y Austria emitieron reportes alarmantes sobre su relación con menores.
Las quejas continuaron, pero él mantuvo su buena reputación como sacerdote durante 40 años. En 1994, la Madre Teresa escribió una carta de apoyo a la orden jesuita para expresar su “confianza” en McGuire. Dijo que creía que las acusaciones contra él eran falsas.
McGuire no fue retirado del sacerdocio en activo hasta 2007 y un año después le obligaron a colgar los hábitos.
No se pudo contactar a autoridades de los jesuitas de la provincia de la región centro-norte para que comentaran sobre la demanda del lunes, que fue interpuesta por Jeff Anderson & Associates, un despacho legal a nivel nacional con experiencia en litigios de abuso sacerdotal.
En 2012, el funcionario jesuita de Chicago que recibió la carta de la Madre Teresa, el padre Bradley M. Schaeffer, emitió un comunicado en el que se disculpó por no haber frenado a McGuire.
“Lamento profundamente que mis acciones fueron insuficientes para evitar que cometiera estos horrendos delitos”, declaró.
El año pasado, cuando los jesuitas de la región centro-norte difundieron una lista de 65 jesuitas acusados, en la que aparecía McGuire, el provincial Briam G. Paulson emitió una disculpa similar.
“Estamos dolorosamente al tanto de que, en décadas pasadas, algunos de los jesuitas del centro-norte no fueron retirados del sacerdocio lo suficientemente rápido”, dijo. “Estamos profundamente afligidos”.