Un servicio que va de mal a peor

Un servicio que va de mal a peor

El suministro de electricidad ha desmejorado. La duración y frecuencia de las interrupciones ha aumentado. Lejos de obedecer a un programa cronometrado, los apagones se producen de manera errática y los usuarios, en sentido general, no pueden programar sus actividades productivas, comerciales, hogareñas y de recreo. Se puede decir que el país pasa más tiempo a oscuras que con suministro eléctrico.

Una de las causas de este deterioro es de índole financiera. El Gobierno ha acumulado una gruesa deuda con el sector eléctrico y lo  ha descapitalizado. Esto le impide operar y como no puede seguir financiando el consumo no le queda otra alternativa que apagar las plantas. El problema es agravado por una enraizada cultura de no pago de la energía utilizada, que es más grave en el caso de usuarios poderosos.

El cuadro del paciente eléctrico  no es para seguir tratándolo con calmantes. Hay que pensar en una cura definitiva. En el aspecto técnico hay debilidades que, quizás, son manejables y no provocan grandes problemas. El aspecto financiero es ya otra cosa, pues el Gobierno se atrasa frecuentemente y en el sector privado hay  usuarios que sencillamente no pagan toda la energía que utilizan. Es necesario planificar y estructurar soluciones duraderas, que erradiquen para siempre los esquemas actuales.

Ojo con la hidrofobia

El niño Franklin Morillo está grave en el hospital Robert Reid Cabral. Fue contagiado de hidrofobia a través de la mordedura de un perro. El caso debe obligar a un monitoreo en el sector donde reside el niño. Hay que comprobar si otros animales, no solo perros, han resultado contagiados de hidrofobia, ya sea por el animal que mordió al niño o por la fuente primaria que contagió a la mascota. No hay que descartar posibilidades.

Hace relativamente poco, las autoridades sanitarias efectuaron un operativo de vacunación de perros. Su alcance pudo haberse limitado a los canes que fueron llevados por sus amos a  los puntos de vacunación. En cuanto a los “realengos”, habría que ver cuántos quedaron sin inmunizar. En el país hay poco control sobre los animales callejeros. Esto aumenta los riesgos de propagación de enfermedades. Un niño está grave por hidrofobia. Evitemos tener que seguir contando víctimas.

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