Un sistema de dos caras

Un sistema de dos caras

Nuestro sistema penitenciario tiene dos caras, y las autoridades tienen predilección mediática por una de ellas. Mientras se resalta con bombos y platillos las bonanzas de los recintos reformados, se echa al olvido  la realidad de centros de hacinamiento como la cárcel de El Seibo, que fue concebida para 186 internos pero a la fecha apretuja a mil.  La senadora por esa provincia, Yvonne Chahín Sasso, denunció que allí los internos comen en el mismo espacio que satisfacen necesidades fisiológicas.

Para una reforma adecuada del sistema penitenciario hay que tomar en cuenta los espacios físicos. La ley dispone la privación de la libertad en casos graves de transgresión de la ley, pero no manda al hacinamiento, que es una forma inequívoca de tortura y degradación de la condición humana. En nuestro régimen la superpoblación carcelaria es cosa común, porque las autoridades solo se ocupan de apretujar presos sin tomar en cuenta la capacidad del espacio físico.

Hay que  agilizar los procesos judiciales para descongestionar las cárceles del altísimo número de presos preventivos, y en los casos necesarios ampliar los espacios físicos para eliminar el hacinamiento. Todo esto es perfectamente compatible con las reformas que se están haciendo. El hacinamiento acentúa el perfil delictivo  y denigra  a las personas. Hay que trabajar más en la cara fea del sistema penitenciario.

VIOLENCIA DE GÉNERO ASISTIDA

En este país la violencia de género es asistida por la autoridad. Es una asistencia por omisión, pero cuyos  efectos contribuyen a multiplicar casos de hostilidad contra la mujer. Se trata del poco apoyo institucional que recibe la mujer que denuncia agresiones de pareja. Es alto el número de mujeres asesinadas porque la Policía ni el Ministerio Público le dieron la protección necesaria cuando presentaron su primera denuncia de maltrato.

El doctor Vicente Vargas Lemonier, presidente de la Sociedad Dominicana de Psiquiatría, advierte que esa falta de respaldo institucional a la mujer agredida induce a las víctimas a desistir de denunciar al agresor y a ponerle fin a la relación. Esa omisión en la lucha contra la violencia de género tiene que ser sustituida por un sistema de atención, seguimiento y protección de la mujer desde que presenta la primera denuncia o querella de agresión.

 

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