Un sistema político dinámico pero anti dialéctico

Un sistema político dinámico pero anti dialéctico

Snayder Santana

El sistema político electoral dominicano se ha movido históricamente en contraposición a varias de las leyes que gobiernan o explican los fenómenos y procesos naturales y sociales. Esto como tal constituye un fenómeno difícil de explicar pero digno de ser estudiado a profundidad.

La Ley de la Dinámica de Newton nos explica que, la dinámica es el resultado de la aceleración que produce una fuerza sobre un cuerpo. Extrapolando esto al tejido social, y asumiendo el sistema electoral como una partícula del entramado que significa el tejido de la sociedad de la que es parte. Toca pues en prima facie identificar la fuerza o las fuerzas que producen aceleración en las partículas que controlan el sistema electoral, mismas que determinan hacia donde se mueve. Así podremos estar en condiciones de entender la primera parte del problema, que subyace en el sistema.

Partiendo de esto asumiríamos que el sistema en sí es dinámico, toda vez que una fuerza lo hace moverse. Pero este movimiento no produce avance ya que no es del tipo rectilíneo, sino más bien circular y gira sobre un mismo eje histórico, de repetición continua y constante.

La Dialéctica Materialista como ley fundamental que intenta explicar el desarrollo mediante el encadenamiento de procesos diversos, entra en contradicción con el movimiento dinámico del sistema político electoral dominicano, dado que este movimiento no produce saltos (avances) que provoquen desarrollo, sino que se mueve en círculos sin lograr una espirar de crecimiento cíclico que genere otras condiciones y otra correlación de las fuerzas que le son propias al sistema y que rigen el curso de la sociedad en su totalidad.

Lo dinámico y lo anti dialéctico del sistema político electoral dominicano, se expresa en que el movimiento circular producido por fuerzas que empujan en direcciones contrarias no produce desarrollo. Entendemos que el mismo debería ser dialéctico toda vez que al ser un movimiento circular y oscilar en periodos de tiempos cambiantes debería producir un desarrollo en espiral por cada trayectoria cíclica del mismo, ir de lo cuantitativo a lo cualitativo.

Para que se genere un salto cíclico de desarrollo según la dialéctica, deben darse dos condiciones o procesos que no suceden en el sistema político electoral actual, uno. La lucha de contrarios misma que explica el desarrollo histórico de las sociedades sobre la base del choque de clases o grupos antagónicos, lejos de eso en el sistema político dominicano en sentido general la lucha es entre iguales, ya que, no existe debate ni antagonismo ideológico ni programático, quienes dominan el escenario de la contienda electoral de los últimos 50 años pertenecen a una sola clase política dividida solo por aspectos puntuales de forma por lo cual sin importar que grupo se imponga sobre el otro esto no impacta en las estructuras de poder fácticas y económicas.

Un segundo proceso que debe darse cómo condición para el desarrollo según la dialéctica materialista, es la negación de la negación, misma que se aplica y manifiesta en los procesos naturales y sociales, expresa cómo la tendencia de un proceso debe ser a la negación o superación de lo viejo para dar paso a condiciones y procesos cualitativamente mejores o superiores. Así se explica desde el materialismo el desarrollo de las sociedades sobre la base de la superación de los estadios anteriores.

Inaplicable la dialéctica desde el punto de vista cualitativo o materialista al proceso histórico del sistema político electoral dominicano, toda vez que los instrumentos que utiliza la clase política (partidos) constituyen hoy aparatos anacrónicos y decadentes, ejerciendo en un dinámico pero inamovible sistema electoral de reproducción continua de una misma especie.

La contradicción del sistema frente a la dialéctica supone una imposibilidad de superación cualitativa del sistema político, que a su vez produzca un cambio de paradigma de las practicas históricas y culturales que gobiernan ese quehacer político, esto como resultado directo del accionar de una clase aquilatada por décadas en el poder y con poca presión que ejercen las nuevas generaciones o las grupos minoritarios sobre los instrumentos del sistema.

En estas condiciones la estrategia debe ser la toma de los partidos políticos y la construcción desde estos de unas nuevas formas de pensar y hacer la política con miras de trastocar las fibras más sensibles del sistema e ir creando mejores condiciones para subvertir el orden del sistema político y desde este producir cambios significativos en toda la sociedad.