Un socialismo que funciona con petróleo

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Richard Lapper valora lainfluencia del presidente populista de Venezuela
El perfil de Hugo Chávez se está convirtiendo rápidamente en el rasgo más prominente del rápidamente cambiante paisaje político de América Latina. Inconoclasta y combativo en igual medida, el presidente izquierdista de Venezuela ha reanimado ideas socialistas que parecían estar muertas y enterradas hace más o menos una década, cuando la marea de reforma de libre mercado estaba en su punto más alto.

Al comenzar este año, Chávez, envalentonado por su última victoria electoral en diciembre, anunció el programa de medidas políticas más de izquierda que cualquier otro país en la región. desde que el gobierno Sandinista asumiera el poder en Nicaragua hace más de 25 años.

Cuando iniciaba su segundo periodo en el cargo, Chávez prometió cerrar una influyentes estación de televisión independiente, fortalecer el control del Estado en la industria del petróleo y nacionalizar las compañías de telecomunicaciones y electricidad del país.

Una constitución con todo el plumaje socialista, que probablemente le otorgue a Chávez una reelección ilimitada para el cargo, será introducida, además de una serie completa de nuevas organizaciones del gobierno local, y la fragmentada alianza política que ha respaldado a Chávez será convertida en un partido revolucionario único.

En discursos condimentados con referencias a un rango ecléctico de influencias (incluyendo Jesucristo, Simón Bolívar, el líder del siglo XIX de la lucha independentista de América Latina; Antonio Gramsci, y otros filósofos marxistas aún menos conocidos), Chávez subrayó su decisión de construir lo que el llama “socialismo del siglo XXII”.

Todo esto ha estado acompañado de una ofensiva continuada contra la influencia de Estados Unidos en América Latina. Chávez ha sido por largo tiempo un aliado de cualquier gobierno que se oponga a EEUU y, desde que alegó por primera vez la participación estadounidenses en el intento de golpe militar hace unos cinco años, se ha opuesto a la administración con fervor creciente.

Después del intento de golpe, Chávez reforzó sus vínculos con Fidel Castro, de Cuba, e inició un ambicioso programa de cooperación económica, en el cual Venezuela paga la presencia de unos 20,000 médicos y profesionales de la salud cubanos, en parte, con petróleo barato. Posteriormente, Chávez ha desviado su rumbo para alimentar relaciones con controvertidos enemigos de EEUU, como la administración iraní de Mamoud Amadineyad.

Quizás lo más alarmante resulte, desde el punto de vista de los políticos estadounidenses, es que durante los últimos 14 meses Chávez ha incrementado su influencia en la región, después de la llegada de líderes con criterios similares al suyo en países vecinos. En Bolivia, Evo Morales se convirtió en el primer presidente indígena en diciembre de 2005, y ha seguido el estilo venezolano de reforma constitucional, nacionalizó los yacimientos de gas del país y selló su alianza al pacto comercial entre Cuba y Venezuela. En noviembre pasado, Daniel Ortega, un radical nicaragüense que fuera la “bête noire” de los conservadores de EEUU en los años 80, regresó al poder. Unas pocas semanas después, Rafael Correa ganó las elecciones de Ecuador, e inmediatamente amenazó con seguir el estilo de reformas constitucionales de Chávez y suspendió los pagos de la deuda externa de su país.

Chávez tiene vínculos con los gobiernos de izquierda más moderados de Brasil y Argentina, y el año pasado negoció el ingreso de su país en el MERCOSUR, una inestable unión aduanera que él espera pueda convertirse en un vehículo para lograr un bloque económico de amplia base que pueda oponerse a las iniciativas de libre comercio respaldadas por EEUU en la región.

No obstante, sería un error exagerar la influencia del líder venezolano. Mucho de lo que él ha logrado ha sido posible solo gracias a la fuerza del precio del petróleo, una materia prima que constituye más del 85% de los ingresos por exportación del país y cerca de la mitad de sus ingresos fiscales. Venezuela es un caso extremo de dependencia de una materia prima, y Chávez ha sido agraciado con uno de los “booms” más sostenidos en los precios del petróleo en la historia del país. Con eso ha disparado el gasto social y otros, teniendo poco en cuenta cualquier posible vuelco futuro.

Aunque hay señales de que Bolivia, Ecuador y Nicaragua pueden estar listos para embarcarse en políticas similares, en parte como resultado de los subsidios venezolanos, un enfoque muy diferente ha prevalecido en otros lugares de la región. En las democracias más complejas y economías más diversificadas, los gobiernos han favorecido una cautelosa administración económica, reformas sociales e institucionales pragmáticas, y en muchos casos, relaciones comerciales más abiertas con EEUU. Los moderados han ganado siete de las 11 elecciones presidenciales realizadas en los últimos 14 meses, y lo más significativo ha sido el retorno al cargo en cinco de los seis países más grandes: Brasil, México, Perú, Colombia y Chile.

Pero en la región (con excepción de Chile), los países todavía tienen que ejecutar reformas radicales necesarias para acelerar el desarrollo. Por eso, mientras que es poco probable que el socialismo del siglo XXI, se extienda a las economías más poderosas, sí pudiera resultar una ligereza.
VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION.

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