Un solo Dios, muchas religiones

Un solo Dios, muchas religiones

ÁNGELA PEÑA
La lectura de un extenso, documentado y rigurosamente histórico trabajo sobre las nuevas religiones, publicado por Rafael Núñez Saldaña en la revista «Muy interesante», que se edita en México, mueve a comparar su estudio con el caso dominicano en cuanto a la proliferación de iglesias y a reparar en la forma en que la globalización no ha estado ajena a lo que muchos llaman «el mercado espiritual» que, según el autor, «es casi tan amplio como los requerimientos de los consumidores que lo adaptan a su gusto».

En otros tiempos, predominaba en República Dominicana la religión católica. Trujillo explotó políticamente la influencia del clero para afianzarse en su largo mandato y no sólo compensó el apoyo de la curia a su régimen con donaciones y construcciones sino que permitió el acoso a otras denominaciones por una celosa feligresía que llegó hasta a apedrearlos al coro de «¡Fuera, fuera, protestantes!». Los evangélicos aceptaban pacientes estas agresiones que a veces se producían hasta en sus casas. A los Testigos de Jehová, por otro lado, se les confinó a la frontera. La católica se consagró como la religión oficial.

Hoy el panorama es diferente. Hay iglesias como en boticas y a ellas se agregan las agrupaciones «New age», las escuelas yoga, la tradición del Reiki, la angelología, la moda del Feng Shui y una santería que no ha disminuido seguidores. Hay libertad de religión y variedad de ofertas. Dos medios dan la pauta para adentrarse en el tema e investigar las causas de este crecimiento: la televisión, que pasa por diferentes canales y en horarios distintos a ministros y pastores evangélicos profetizando, sanando, ministrando, desafiando a Satanás, augurando prosperidad y abundancia, y las guías telefónicas, amén de predicadores ambulantes que llevan la palabra oral o escrita en hojas sueltas a hogares y centros de salud, invitando a arrepentirse, anunciando que Cristo viene.

¿Por qué hay tantas religiones si todas, excepto los satánicos –que también tienen aquí sus adeptos- adoran a un mismo Dios? Muñoz Saldaña, que remonta su investigación al siglo XIX, afirma que «las necesidades espirituales del ser humano siguen siendo un hecho indudable y se han incrementado en un mundo marcado por el individualismo y la falta de compromiso. Las nuevas variantes de la religión amplían el tratado de opciones disponibles para cubrirlas y resolver las crisis del individuo moderno…». Casi todas las creencias que él analiza están presentes en el país, aunque otras tal vez existen, pero tan discretamente que pocos saben de ellas, como el culto a las celebridades, el movimiento del Potencial Humano, la religión de Raël, la iglesia de Syanón, la de la Cienciología, la religión Emín, la iglesia Cheng Tag, Los Raves australianos… La historia que narra de Las Enseñanzas de los Maestros Ascendidos, es diferente a la que cuentan sus representantes en Santo Domingo. El país tiene todas las demás que él analiza y otras nuevas no incluidas en su relación, creadas por dominicanos, algunas acusadas de tener un interés lucrativo de fondos que enriquecen a sus ministros y dejan en la inopia a sus parroquianos.

Lo extraño de esta multiplicidad de alternativas es que mientras más iglesias hay, más degenerada anda la sociedad. La solidaridad se esfuma, los vicios aumentan, la violencia se incrementa, el chisme, la envidia, el afán de competir, la vagancia, el instinto agresivo, la indiferencia ante el dolor ajeno, la vulgaridad, el orgullo propio, la vanidad, son los sentimientos imperantes. Por suerte, carpas, templos, estudios de televisión viven repletos de buenos creyentes, unos esperanzados en resolver sus problemas y otros orando para salvar la humanidad perdida, fieles tal vez al dicho de que la fe es lo último que se pierde.

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