Un sublime mundo de alas y palmeras

Un sublime mundo de alas y palmeras

“Talento y genio el de Amaya Salazar. Su maestría en el  trazo y el color, su sublimidad del pastel en un mundo mágico y verdadero de alas y palmeras, desbordan inteligencia espiritual”.

POR ROSA FRANCIA ESQUEA
La hermosa y sentida expresión salió del corazón de la escritora Lucía Amelia Cabral, a quien correspondió la tarea de presentar el cuento Las mariposas.  Pero ella no se quedó ahí:   también dijo que  “cuando un artista notable ilustra un libro infantil el cielo bibliográfico se regocija y los niños ganan por partida doble.

Es el caso de Las mariposas, la niña Camila se refiere maravillada a la belleza de este animalito, exclamando que parecen sus alas pintadas por un artista. ¡Anhelo cumplido! Las mariposas de Rosa Francia son las mariposas de Amaya, complicidad de amistad capaz de volar más de cuatro mil kilómetros”.

No sé si fueron más de cuatro mil kilómetros o si fueron menos o, si fue  exactamente esa cantidad la recorrida. Lo realmente cierto es que es incomensurable el hecho de que una artista, en este caso una consagrada pintora y escultora, que ha enrrumbado su obra por un sendero definido, caracterizado por la luminosidad y el cromatismo de sus  figuras humanas, y, más recientemente, por sus frondosos bosques colmados de palmeras, haga un alto,  y eleve  su trabajo hacia la dimensión infantil para ilustrar un cuento y descubrir así un nuevo y fascinante horizonte que podría plantearle infinitas posibilidades de volcar su talento, creatividad y ternura.

Ternura, he ahí la palabra clave para evaluar cada uno de los dibujos hechos al pastel con los cuales Amaya ilustró ese cuento.

Ternura que se manifiesta cuando las mariposas se posan en las flores en la búsqueda del néctar que las alimenta y las hacen vivir; ternura cuando esos seres alados  despegan hacia otros lugares en pos de nuevas aventuras. Pero también la ternura hace su presencia cuando Amaya  interpreta a la pequeña Camila, la niña  estudiosa y amante de las mariposas, a quien la madre cuenta la historia de otras tres mariposas.

Y, conjuntamente con la ternura surge la maestría en el trazo, admitido ya por Lucía Amelia, la determinación para el abordaje de otro personaje: el alacrán, que simboliza en el cuento la figura maligna.

Contrastes y armonías de matices; horizonte y cielo claro; variedad de mariposas multicolores que, unidas como un solo equipo, entretejen una red  y entre una y otra estampa Camila que, finalmente, se recuesta y adormece en el  jardín soñando con las mariposas, que vuelan libres  mientras el sol  radiante le presagia la llegada de un nuevo amanecer.

Camila, que podría ser  la  hija de una descendiente de las tres mariposas,  también ¿por qué no?  puede ser la nuestra, la de todos y todas, porque Amaya, como es habitual en el abordaje de sus figuras humanas, sin importar sexo o edad,  no las encasilla dibujándoles  un rostro determinado.

Siempre hay una primera vez. Y ahora le correspondió a Amaya Salazar introducirse en el mundo de la ilustración del libro y ¡qué alegría!  lo hizo con el cuento Las mariposas, que está  inspirado en las hermanas Mirabal.

Amaya merece  una calurosa bienvenida a esta nueva etapa de su  trayectoria como artista de la plástica.

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