Un tapiz para colgar

Un tapiz para colgar

Esta tapicería siria evolucionó durante los siglos XI al XIII al tapiz de seda con brocados en oro que incorporaban ornamentaciones inspiradas en la antigüedad clásica. Actualmente quedan muy pocos de estos tapices persas, pero han quedado ilustrados en miniaturas de la época.

El tapiz llegó a Europa a través de los exploradores que intentaban desentrañar los secretos de las culturas orientales. El más antiguo de la Europa Medieval que aún se conserva es la colgadura del coro de la Iglesia de San Gereón de Colonia, aunque algunos historiadores del arte sostienen que es el famoso “Tapiz de Bayeux”, el cual reproduce la conquista de Inglaterra por los normandos en el siglo XI; otros, por el contrario, afirman que éste no es propiamente un tapiz, sino una tela bordada.

La mayoría de los tapices de la época cristiana se caracterizan por mostrar escenas religiosas, como el rostro de Cristo rodeado de sus doce discípulos. Durante este período, además del lino y la seda, también se empleó la lana sobre urdimbre de lino, especialmente en la fabricación de los destinados a servir de colgaduras ornamentales al principio del siglo XIII.

El tapiz se afianzó total y definitivamente en occidente en el siglo XIV, y lo hizo en los dos grandes centros industriales y comerciales de la época: París y Flandes. Su aceptación fue tal que a finales del siglo XV y principios del XVI se instaló también en Bruselas, la cual se hizo famosa por la producción de los conocidos “tapiz d`or”, llamados así por la profusión de hilos de oro que se usaban en sus monumentales brocados.

La mayoría de los primeros tapices confeccionados en Europa se encuentran hoy en grandes museos, como el “Escudo de Armas de Felipe el Bueno”, en el Historisches Museum de Berna. En el Metropolitan Museum, Nueva York, en el de París, etc. pueden contemplarse esplendidos tapices.

Dicen que la consagración del tapiz como nuevo concepto pictórico se debió al Papa León X, quien al encargar al tapicero Pieter van Aelst, de Bruselas, una serie de tapices ilustrando “Los Hechos de los Apóstoles”, elevó a éstos a la categoría de arte. También se dice que fue un edicto de Carlos V, Rey de España y Emperador de Alemania, al establecer una marca obligatoria para todo tapiz producido en Bruselas. Dicha marca consistía en un escudo rojo flanqueado por dos “B”.

Durante la época napoleónica, los tapiceros de los Gobelinos trabajaron para mayor gloria del Emperador y algunos famosos cuadros de los pintores neoclásicos como David, Vernet y Girodet-Trioson fueron reproducidos fielmente con la técnica del tapiz. Así nacieron los estilos gótico, rococó, romántico y modernista.  

La ciudad de Arras puede considerarse la cuna del tapiz gótico occidental, hasta tal punto que en Italia se conocían los tapices con el nombre de “arrazzo” y como “arras” en Inglaterra. Pero el primer documento regulando la fabricación de tapices nace en la ciudad de Tournai en 1398. A partir de ahí surgen los de estilo barroco y los “grotescos”, piezas para colgar en amplias y luminosas paredes.

Según los marchantes, los tapices con más de cien años de antigüedad se encuentran en los museos o en las iglesias. Pueden existir algunos en colecciones privadas; pero, por lo general, no salen al mercado en libre subasta.

Para conservar un tapiz en perfectas condiciones es imprescindible unas óptimas condiciones ambientales: un grado de humedad de la atmósfera invariable, intensidad de la luz adecuada a los colores del lienzo, bajo ningún concepto la luz solar debe darle de forma directa, dañaría los colores y una perfecta ventilación. Su colocación dependerá de la entrada de luz, aire y sol en el recinto.

Para que el tapiz luzca con todo su esplendor se recomienda colgarlo de una barra mediante anillas, dejándolo en suspensión flotante, separado de la pared al menos cinco centímetros. EFE

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