Un tema controvertido

Un tema controvertido

OSCAR E. COEN
Durante la semana recién transcurrida han sido publicados en nuestros diarios algunos artículos sobre el controvertido tema del aborto; en estos, se utilizaron citas bíblicas y dictámenes de prelados católicos, en reafirmación de las opiniones vertidas. En ninguno sin embargo, se hace una ponderación del indetenible crecimiento poblacional, razón medular en el análisis del tema, por lo que convendría señalar, para irnos creando una visión liminar objetiva, que la población nativa de Palestina en el siglo I d.C., era algo menor que, digamos, Los Minas hoy en día. Así que no he podido sustraerme al deseo de exponer algunas reflexiones que por lo menos ayuden a separar un tema tan complejo como el aborto de su contenido religioso, eso sí, sin ánimo de polemizar sobre una situación que tan perversa incidencia esta teniendo sobre nuestra sociedad, víctima de un crecimiento demográfico exponencial entre sus capas más depauperadas.

La idea de que el aborto es un crimen no resiste un análisis lógico, científico y ni siquiera teleológico, pues la iglesia a lo largo de su historia ha ido cambiando sus posiciones sobre el tema. Primero que nada debemos tener en cuenta, que los procesos que producen la vida en el planeta pasan por etapas cualitativamente diferentes, y un embrión no es mas que un proyecto que esta en sus inicios y que, por la misma obra de la naturaleza puede quedar interrumpido, como lo prueba el hecho de que al menos una tercera parte de los embarazos terminan en abortos espontáneos.

Llegar a ser vida humana toma un tiempo y sólo cuando un embrión logra el nivel de desarrollo como para sobrevivir biológicamente independiente del ser que lo engendró, puede llamarse un ser viviente. La falacia de que al abortar se esta matando a un ser viviente tiene un único fin: el intento por lograr que el debate sobre el aborto se concentre en el feto, creando un sentimiento de culpa en las mujeres que no desean tener más hijos.

El hacer creer que todas las mujeres son asesinas cuando interrumpen el desarrollo de un embrión, no es más que una crueldad basada en dogmas de fe, cuando en realidad muchas veces ocurre lo contrario. Las mujeres pobres embarazadas que deciden no tener hijos lo hacen basadas en un profundo sentimiento ético, ya que frecuentemente toman esa dolorosa decisión por amor, tratando de evitar traer al mundo niños que vengan a sufrir, a pasar hambre, a recibir malos tratos, concientes de que jamás podrán tener sus necesidades básicas satisfechas. Esto sin tomar en consideración en este breve análisis, las secuelas resultantes en los casos en que anticipadamente sabemos nacerán con deformidades, con sida o son producto de una violación criminal y pasarán toda una vida siendo despreciados por sus congéneres. ¿Se conoce algún modo más efectivo de gestar un sociópata? Como acotación a nuestro escrito, ofrecemos la opinión del Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos en su declaración con respecto al dolor del feto ante el alegato de que un feto de 12 semanas siente dolor:

«En esta etapa del embarazo, el cerebro y el sistema nervioso aún están en las primeras fases de desarrollo. Recién se está formando el tronco cerebral, que incluye un tálamo rudimentario y la espina dorsal. La mayoría de las células del cerebro no se han desarrollado. Cuando no existe el tronco cerebral (la materia gris que cubre el cerebro) no se pueden recibir o percibir los impulsos del dolor».

En cuanto a uno de los más socorridos argumentos de que las mujeres que se hacen un aborto sufren daños psicológicos graves y prolongados, según la opinión de los expertos: «Después de un aborto no son frecuentes los problemas emocionales graves, aunque algunas pueden experimentar una depresión temporal. Está comprobado que después de un aborto ocurren menos trastornos psicológicos graves que después de un parto»

Si queremos ser justos entonces, evitemos transmutar el enfoque del debate para que no se convierta en una ansiedad exagerada por el feto, en vez de manifestar un sentimiento de compasión por las necesidades de la mujer y una genuina preocupación por la salud colectiva y la estabilidad de la sociedad en que vivimos.

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