Un testimonio por Balaguer

Un testimonio por Balaguer

ALEXANDRA IZQUIERDO
Recientemente se registraron quejas por el contenido de una producción audiovisual que se entiende enjuicia negativamente la obra política de Joaquín Balaguer. No ha transcurrido el tiempo necesario para moderar las pasiones y valorar con suficiente objetividad un período tan reciente de nuestra historia.

Aunque ya no está Balaguer, todavía la gran mayoría de los protagonistas de este proceso están activos en la vida pública y puede afirmarse que miles de dominicanos que participan en la actividad política son balagueristas o lo fueron.

Es extenso el segmento de los dominicanos vinculados a la memoria de Balaguer. Es mi caso. Yo participo en la vida política y en el PRSC por un compromiso con la memoria de Joaquín Balaguer.

Yo era una ciudadana dedicada a mis negocios particulares con una visión muy limitada sobre los asuntos públicos y los problemas sociales, cuando fui invitada por Balaguer a participar en su Gobierno.

Ese fue el primer paso. Su carisma y su dedicación al país a través de la vida pública y la política me entusiasmaron, y la siguiente decisión fue involucrarme en el PRSC.

Como mi caso, hay miles. Personas de todos los estratos sociales y de la más diversa procedencia que fueron convocados por él a la política y sensibilizados sobre los problemas de la gran mayoría de los dominicanos que viven excluidos de los beneficios del crecimiento económico, a los que nuestro país ofrece muy poco.

El me contagió con su pasión por los desposeídos y su sistemática dedicación a los asuntos de Estado, a la política y al Partido Reformista Social Cristiano. Su despego de las riquezas, su vida sencilla y desinterés en los bienes materiales eran un ejemplo vivo sorprendente.

Joaquín Balaguer fue un hombre de su tiempo. Cuando fue electo presidente por primera vez, asumió el liderazgo de un país que después de 30 años de dictadura, fue impactado y dividido por una guerra civil sangrienta que radicalizó sectores políticos y sociales. Era el mundo de la guerra fría, marcado por la polarización provocada por dos potencias nucleares que apostaban al control de la política y la economía global. Su gobierno no podía estar al margen de esa realidad ineludible que agobiaba a toda la humanidad.

Cuando el país se sintió inseguro en manos de quienes lo sustituyeron en el Palacio Nacional, le dio una segunda oportunidad y de nuevo volvió a mostrar su pericia de conductor, promotor social y creador de riquezas y desarrollo.

A él le debemos las bases de la economía que tenemos hoy, y que han promovido el sector turismo y el desarrollo industrial. También fue el inspirador de la reforma agraria y el gran constructor de la infraestructura con que cuenta el país. Además, su liderazgo fue factor vital para consolidar el sistema democrático con que contamos y que debe servirnos para edificar la grandeza de la Nación.

Muchos dominicanos y dominicanas, como yo, participamos en la vida política y somos militares activos del PRSC, por compromiso con ese legado y por lealtad con la memoria de quien nos trajo de la mano y abrió las puertas de la política y del reformismo socialcristiano.

Mi testimonio quiere honrar su memoria y presentar otra manera de enfocar su vida y los aportes de un legado perdurable.

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