Un tiempo para reflexionar

Un tiempo para reflexionar

En medio del largo fin de semana navideño, hoy es un día muy adecuado para detenernos en los afanes de comer o beber más para reflexionar un poco acerca de la vida dominicana, que como la arepa, tiene candela por arriba de las presiones migratorias haitianas, y por debajo, las presiones de la jauría de los políticos empeñados en devorar una parte de los recursos del Estado para sus beneficios.
La candela por arriba de la arepa dominicana, que avivan constantemente los vecinos occidentales, va aumentando en su calor y alta temperatura con un territorio menos aprovechable para sus necesidades. El vecino territorio oriental atraviesa un período de alto crecimiento, demandante de una mano de obra que a centenares llega continuamente, pese a los operativos del CESFRONT para el control fronterizo, inútil por la porosidad de la frontera.
La candela por debajo está alentada y estimulada por la voracidad de la clase política, que empapada por el combustible de la corrupción, y del estímulo a la violencia e inseguridad ciudadana, aviva un fuego en que la arepa dominicana se va a quemar. Solo se detendría si la clase no maleada de la población hace valer sus derechos de vivir en legalidad y paz en su país, interviniendo colectivamente para frenar esa combustión del territorio de una isla tan importante para la vida de millones de isleños.
De ahí la necesidad de buscar un espacio, en medio del descanso de las actividades navideñas, que con entusiasmo hemos emprendido para celebrar desde el pasado jueves cuando en familia y amistades íntimas nos unimos para disfrutar de la tradicional cena de Nochebuena, recordando el nacimiento del Hijo Dios, suceso que poco a poco, por el impulso poderoso de los sectores empresariales para aumentar sus ventas, van relegando el significado de la ocasión, y ahora solo se habla de Felices Fiestas. Ya la Feliz Navidad es para la gente que está “tostá” y quemada por ese fuego incontrolable que hace arder la arepa dominicana.
Este año que concluye fue escenario de un cambio de actitud de las autoridades, políticos y empresarios haitianos que se sacudieron de su aparente docilidad para surgir como un monstruo para agredirnos de las formas más variadas con tal de humillarnos y obligar a plegarnos a sus exigencias y malacrianzas, que iban desde prohibir el trasiego de mercancías como los plásticos y la harina, hasta establecer que 23 productos dominicanos solo pueden ser transportados a Haití por vía aérea o marítima.
Mientras tanto, “el paño con pasta” de la regularización sigue dando tumbos, cuando miles de documentos ya aprobados de ciudadanos haitianos no han sido retirados por los beneficiarios, creando una engorrosa situación a las autoridades dominicanas, que carecen de decisión y arrojo para hacerse respetar de los vecinos; no se atreven ni siquiera a alzar la voz para que no digan internacionalmente que el país está agrediendo a esos infelices para dejarlos morir de hambre en su desertificado territorio.
El año concluye con un acelerado conocimiento de los más variados actos de corrupción y de violencia que empañan muchas instancias del Estado, sembrando en el ánimo de la ciudadanía no maleada que se trató de hacernos creer que la burocracia actual era la más honesta y capaz, pero esa verdad se le ha ido derrumbando cada día al conocerse tantas indelicadezas que salpica todos los sectores del Estado.
El mayor desencanto que ha sufrido la ciudadanía es haber visto de cómo se han repartido los recursos del Estado, primero para modificar la Constitución, asegurándoles a los legisladores su permanencia en sus curules, para permitir la reelección presidencial y luego establecer un acuerdo en que se le asegure a sus hermanos separados desde 1973, y que eran los rivales más enconados de la política criolla, entrarían al gobierno por la puerta ancha habida cuenta que se da por un hecho que la reelección triunfaría en mayo del 2016.
La ciudadanía ya no se le engaña tan fácilmente, haciéndole creer que esos acuerdos de políticos ambiciosos son para el bien del país, pero todos sabemos que es para repartirse el pastel gubernamental, aumentando el déficit fiscal, procurando más endeudamiento externo e imponer nuevas reformas tributarias luego de mayo del 2016. De todas maneras la arepa seguirá cociéndose hasta quizás quemarse sino surge una rectificación y desciende el nivel de ambiciones y agresividad de los protagonistas.

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