Un tremendo ejercicio de deshonestidad

Un tremendo ejercicio de deshonestidad

MARIEN ARISTY CAPITÁN

Cada historia era parecida a la anterior. La jornada se tiñó, con total descaro, de deshonestidad. A pocos pareció importarle: la policía electoral no hizo nada por evitar que las leyes fueran violadas, mientras las autoridades se conformaron con decir que todos pecaron como si las faltas dejaran de existir por el simple hecho de ser compartidas.
El mal sabor que dejó el proceso electoral se sentirá por un buen tiempo. Y es que, a pesar de los aires de triunfalismo que muestra un oficialismo que corrompió y se ilegitimó, queda la certeza de que hemos perdido todo atisbo de decencia: ¿cómo es posible que hayamos sido capaces de violentar las leyes de esa forma?
Tardaremos bastante en olvidar, si es que podemos, las imágenes de personas haciendo transacciones en las afueras de los colegios electorales, donde se bebía y “compartía” como si se trata de una fiesta y no de un proceso serio. Peor aún fue ver los letreros de gente que vendía su voto al mejor postor y decía, con suma tranquilidad, que si no le pagaban no iría a votar. No es casual que Bloomberg haya publicado una noticia con el siguiente título: “En República Dominicana la gente vende sus votos por US$20” (y hasta por US$2).
Si la compra/venta de votos e intenciones deja mucho qué desear, más triste es ver que el dominicano ha tirado la conciencia por la borda: ¿cómo explicar que el senador Félix Bautista haya sido el político más votado en las elecciones? ¿Es que el ciudadano de a pie no cuestiona ni le importa la forma en la que los funcionarios se hacen millonarios? Qué dolor ver tanta permisividad.

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