Un triunfador humilde

Un triunfador humilde

Estaba en un restaurante acompañado de un amigo  cuando se acercó un colega.

– Mario, estoy con un amigo tuyo del barrio San Miguel a quien le propuse que me acompañara para saludarte, pero dijo que no le interesaba la amistad de nadie que  lo hubiera visto vivir pobremente.

No es el único caso que conozco de personas que después de lograr riqueza material se avergüenzan de haber sufrido periodos de los que antes se conocía como fuácata o prángana, y hoy se denomina estar en olla.

Soy de los pocos que relata en medios de comunicación sobre los años de infancia y adolescencia en los que sufrió la orfandad de cuchara, incluyendo días en los que pisaba la primera base estomacal a las cuatro de la tarde.

El inmenso Freddy Beras Goico era otro que hacía bromas con sus días de escasez aurífera, a pesar de haber obtenido notoriedad pública y solidez financiera.

Estos pensamientos llegaron a mi mente después de leer el libro Si yo pude, tú también del exitoso empresario Víctor Méndez Capellán.

El autor de la obra relata pormenorizadamente parte de su vida, que incluye haber lanzado a los siete años un grito de independencia para recorrer los caminos de la patria en la búsqueda de la diosa fortuna.

El millonario de hoy laboró desde esa temprana edad en una casa de familia rural, por un salario de cuarenta centavos mensuales, levemente fortalecidos por los tres engrases estomacales diarios.

Luego dedicó sus magros ahorros a la adquisición de los utensilios necesarios para ejercer el oficio de limpiabotas, donde superó a sus competidores debido a que salía a buscar sus clientes en lugar de esperar que llegaran hacia él.

De limpiabotas pasó a la condición de vendedor de frío frío, de ahí a fabricante y reparador de calzado, luego a distribuidor de billetes de lotería, y no aporto más detalles para no disminuir la curiosidad de potenciales adquirientes de la interesante obra.

Los que como yo tenemos innato déficit de ambiciones admiramos a aquellos que han convertido en realidad sus sueños de grandeza.

Cuando la talentosa periodista Milagros Germán Rodríguez escribía su columna Almas de Acero, con entrevistas a esforzados triunfadores, e intentó incluirme entre ellos, me negué.

-La modesta popularidad que tengo como periodista y escritor- dije- no la conseguí por mí, sino a pesar de mí, porque  la vocación de sacrificio no figura entre mis escasas virtudes.

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