Un triunfo político de Obama

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La aprobación de la reforma de salud en el Congreso de Estados Unidos es el primer triunfo importante de Barack Obama como presidente.

En el verano de 2009, pocos meses después de la toma de posesión, el gobierno parecía a la deriva. Los legisladores demócratas de los bandos liberales y conservadores se halaban los pelos por la reforma de salud, y los republicanos habían declarado la guerra al programa legislativo de Obama. Además, apareció en el escenario político el llamado Tea Party que ayudó a revivir el movimiento conservador.

En poco tiempo, el Partido Demócrata perdió tres elecciones importantes: la de gobernador de New Jersey y Virginia en noviembre de 2009, y la posición senatorial de Massachusetts para reemplazar a Ted Kennedy en enero de 2010.

La derrota inesperada en Massachusetts puso fin a la súper mayoría demócrata en el Senado de 60 escaños, con la que esperaban aprobar la reforma sanitaria. A mediados de enero parecía que la promesa de cambio de Obama se esfumaba y el Presidente mostraba cierto cansancio.

La Casa Blanca tenía dos opciones: revivir el mensaje de cambio, convirtiendo en acción las palabras de Obama, o sucumbir ante la creciente oposición republicana y esperar pacientemente una derrota de magnitud en las elecciones de medio término el próximo noviembre. Escogieron la primera opción y la reforma de salud se convirtió en la prueba de fuego inmediata. Obama salió a los pueblos a motivar la reforma e inició un complejo proceso de negociación con los segmentos demócratas en conflicto en el Congreso. Los gestos de reconciliación con los republicanos fracasaron. El voto final en la Cámara de Representantes el domingo 21 de marzo fue 219 a favor de la reforma y 212 en contra. Todos los republicanos se opusieron.

El proyecto aprobado resulta conservador para los sectores progresistas y socialista para los conservadores. La reforma es en esencia moderada. Mantiene el sistema de salud en manos de las aseguradoras privadas, y no se aprobó un seguro público que compitiera con los privados, a pesar de las presiones de grupos progresistas.

Uno de los aspectos positivos de la ley es la imposibilidad de que las aseguradoras privadas discriminen contra las personas que padecen enfermedades crónicas, ya sea negándoles un seguro o aumentando la prima sustancialmente. Para lograr esta medida, la nueva ley obliga a toda la población a asegurarse, de manera que unos 30 millones de personas que actualmente carecen de seguro entren a cotizar al sistema con o sin subsidios públicos, dependiendo de sus ingresos.

La ley también ofrece incentivos impositivos a los pequeños negocios para que aseguren sus empleados, y subsidiará a personas de ingresos medios que pagan directamente sus seguros.

Esta reforma representa la legislación social más importante en Estados Unidos de las últimas cuatro décadas. La razón es que en los últimos 40 años, los republicanos han dominado la política norteamericana, e impidieron los avances en el campo de los derechos sociales. Incluso Bill Clinton, que gobernó ocho años, lo hizo en medio de la revolución neoconservadora, y tuvo poco margen de acción para introducir reformas sociales progresistas. Su plan de reforma de salud, que impulsó Hillary Clinton con pasión en 1993, fue derrotado en el Congreso por una coalición de republicanos y demócratas conservadores. La actual reforma redefine el campo de confrontación política en Estados Unidos e influirá en los resultados de las elecciones de medio término de 2010 y las presidenciales de 2012. Si el público escéptico abraza la reforma de salud, se beneficiarán los demócratas; si no, sacarán provecho electoral los republicanos.

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