Un viejo cuento con actualidad local…

Un viejo cuento con actualidad local…

Uno de los cuentos que más me ha impactado es de Guy de Maupassant, nacido cerca de París en 1850 y fallecido allí a los 43 años, víctima de la locura por sífilis. Lo leí de muchacho en su propia lengua, y luego en inglés, y había lamentado perder o extraviar el libro en que estaba “El collar de diamantes”, hasta que, hace algunos años, en una tienda de antigüedades en un campo de Virginia, al norte de Richmond, encontré una primera edición en inglés hecha por Random House en 1945.

De Maupassant cuenta cómo una joven y bella mujer, casada con un contador, bien educada pero sin fortuna, se deslumbra con una invitación del marido a una espléndida fiesta a la que iría toda la mejor sociedad parisina. Con gran sacrificio compran la ropa para esa celebración, y ella pide prestado a una rica amiga de infancia un collar de brillantes, para engalanarse más. Tras la fiesta, pierde la joya. Para reponerla, la pareja compra un collar casi idéntico, a un precio de treintiséis mil francos.

Deben endeudarse, vender sus pertenencias, trabajar endemoniadamente durante diez años miserablemente interminables, padeciendo privaciones humillantes, hasta saldar todas las deudas, incluyendo intereses usurarios. La pobre mujer, estragada por tanto afán, esmerilada por la pobreza, pierde el brillo de su juventud y buena educación, al punto de parecer cualquier vecina vulgar. Algunas noches, se consolaba recordando cuán bella estuvo aquellas horas de fiesta, entre tanta gente linda, y cómo disfrutó llevar en su cuello aquel collar de diamantes. Justo después de pagar las ruinosas deudas que la pérdida del collar causó, se encontró en una calle con su amiga, quien no la reconocía.

La dueña del collar, alarmada al ver cómo había envejecido su amiga de infancia, quiso saber la causa de su infortunio. “Ha sido tu culpa”, dijo ella. Y le contó, con una sonrisa de gozo simple y que no disimulaba el orgullo de haber recuperado su honor. La señora, conmovida, le contestó: “¡Oh, pobre amiga! Mis diamantes eran falsos. ¡Costaban apenas quinientos francos!” He dicho antes que este conmovedor relato –aunque es del siglo XIX- cuenta de manera magistral algo muy actual acerca de la sociedad dominicana. Cuentos como éste a veces pueden tener más contundencia, o mover más conciencias, que miles de páginas de proclamas o manifiestos políticos.

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