Una “revolución” moral

Una “revolución” moral

Desde los tiempos de Balaguer, al país se le ha acostumbrado a convivir con un sinnúmero de comisiones que de poco sirven a la sociedad.

Tan prolíficos e inoperantes han sido los organismos creados para estudiar cualquier cosa, que el ciudadano termina perdiéndolos de rastro, hasta que se extinguen en el tiempo.

Creo que fue durante el primer período de gobierno del doctor Leonel Fernández que se instituyó el Departamento de Prevención de la Corrupción, ahora convertido en Dirección Nacional de Persecución de la Corrupción Administrativa.

Contamos con una Comisión Nacional de Ética y decenas de organismos y supra-estructuras que nada han aportado al logro de una nación apegada a los principios morales y a las buenas costumbres.

He sostenido el criterio de que nuestros grandes males no descansan sólo en las carencias económicas. Más bien son, profundamente, de orden moral.

El país ha retrocedido 30 años en el cumplimiento de deberes y obligaciones, y en lo que concierne al respeto a las normas de convivencia humana.

Tan abundantes estamos de indelicadezas, que resulta difícil enumerarlas en un limitado espacio.

Extrañas influencias foráneas han penetrado al corazón de las instituciones que otrora fueron ejemplos.

Estoy plenamente de acuerdo en que desde lo más alto del poder se  propicie una acción decidida, responsable y sincera, para acabar con la corrupción.

Se requiere de una purificación de la sociedad dominicana.

Se precisa una verdadera “revolución” moral.

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