Una academia diferente

Una academia diferente

Sin estridencias, aunque pobre de recursos y escasa de reconocimientos públicos, la Academia Dominicana de la Historia está realizando una insólita labor como nunca había ocurrido en esa docta casa. El organismo superó la limitada actividad de simplemente investigar el pasado y publicar libros. No es el viejo depósito de volúmenes amarillentos y galería de retratos empolvados de sus antiguos directivos. Hoy existen renovación y actualización en sus actividades y servicios y hasta en su sede, iluminada, limpia, bien dispuesta, organizada, amplia, se aprecian los aires de modernidad y el empeño y los afanes de adelanto de sus actuales académicos.

Finalizando diciembre, la Academia abrió sus puertas y engalanó sus salones para rendir cuenta de su gestión y entregar al país lo que es uno de sus tradicionales símbolos, la revista Clío que no se publicaba desde el año 2002. El escenario estaba colmado con sus engalanados miembros y allegados y el doctor Francisco Alberto Henríquez Vásquez dejó estupefacta a la audiencia al dar lectura, en ausencia del Presidente de la Junta Directiva, doctor Roberto Cassá, a las Memorias del periodo 2001-2002. De este novedoso ejemplar de Clío, impresionante en la presentación, rico por los reveladores trabajos de sus autores, hay que hablar aparte porque el estudioso y el público común deben conocer el tesoro de datos que presenta.

Justo es destacar el valioso inventario de trabajo de esta Academia remozada que no sólo se ocupa de profundizar el conocimiento de la historia sino de divulgarlo y sacarlo de sus seculares muros y libreros. “A pesar de la expresada escasez de recursos, hemos logrado sentar precedentes en la institución en materia de apoyo a la investigación histórica”, expresó Henríquez Vásquez destacando los trabajos de compilación de textos y documentos de Luis Alejandro Paulino Ramos, Raymundo Manuel González Peña y Genaro Rodríguez Morel sobre la sociedad Paladión y otros movimientos literarios de las primeras décadas del siglo XX, Eugenio María de Hostos y papeles inéditos del Archivo General de Indias, respectivamente, todos “virtualmente desconocidos”.

Se anunciaron infinidad de trabajos que están realizando, por otro lado, Wenceslao Vega Boyrie, Américo Moreta Castillo, Emilio Cordero Michel, Walter Cordero, entre otros, y el rescate de obras publicadas agotadas.

Los académicos están disertando en barrios y pueblos, en sus salones. Están ofreciendo cursos, conferencias, seminarios, cursillos sobre diferentes aspectos de la historia. Promueven el intercambio con historiadores extranjeros, tendrán página Web, programa semanal de televisión y un valioso espacio fijo en la prensa escrita. Los proyectos para este año con universidades dominicanas y organismos internacionales de su especialidad son grandiosos.

Una estimulante noticia es la que anuncia: “No descansaremos hasta que logremos la concreción de líneas de trabajo que permitan la actualización de contenidos en el conocimiento de la historia dominicana para lo cual hemos sometido al Gobierno un proyecto de investigación cuya ejecución requerirá la participación de los miembros de la Academia, así como de otros historiadores y científicos sociales dominicanos y de otros países”.

Muchos más son los trabajos y planes. En realidad, hay que reconocer que esta es otra Academia, la que desde hace años necesitaba y reclamaba la República. Ojalá siga contando con el apoyo del sector privado, que aunque insuficiente es mayor que el estatal, todavía tímido para labor tan gigantesca.

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