Una agenda insular

Una agenda insular

La República Dominicana y Haití tienen en esta etapa histórica una brillante oportunidad para trazar una necesaria agenda común.

Aparte de que ambos países comparten la isla Hispaniola, y de que sean ciertos o ficticios los muy manoseados planes de fusión, ante la comunidad internacional estos dos estados están obligados a aparecer como una unidad.

Se recuerda que para que la República Dominicana tuviera acceso a los beneficios de Lomé IV, la que fuera entonces Comunidad Económica Europea exigía que este país y Haití aparecieran como unidad, aún salvando las diferencias socio culturales entre ambos.

Más tarde, en las gestiones sobre CARICOM, el criterio de unidad estuvo entre las condiciones de ingreso presentadas a la República Dominicana.

En perspectiva está la negociación de un tratado de libre comercio con la Unión Europea y se plantea como requisito nuestro ingreso como miembro de pleno derecho del CARICOM.

-II-

Al margen de estas cuestiones, hay muchos aspectos en los que la República Dominicana y Haití deberían «luchar en pareja», y la oportunidad de lograr progresos en esa dirección la abre el resultado de las elecciones recientes efectuadas en ese país, que parecen garantizar una interlocución válida para los propósitos señalados.

Capitales privados de ambos estados podrían unirse para integrar clusters o joint ventures con el propósito de producir bienes y servicios con una vocación insular que permita negociar con éxito en determinados bloques, sobre todo en aquellos que plantean como requisito la unificación.

Esta perspectiva podría incluir el diseño de paquetes turísticos que incluyan atractivos de ambas culturas, ya sea en la modalidad de cruceros o en todo incluido.

 -III-

Lo que se plantea, siempre dentro del marco de esperanza que abre la elección de un Presidente con vocación de apertura en Haití, es que algunos aspectos del intercambio irregular entre los dos países, que resulta indeseado en algunas circunstancias, pueda resultar provechoso para impulsar progreso entre ambas naciones.

Ese sería, por ejemplo, el caso de la mano de obra, del comercio fronterizo y de las posibilidades de que capitales mixtos se establezcan en cualquiera de los dos países para producir bienes y servicios exportables.

Desde luego, esto sin perjuicio alguno para los aspectos de soberanía nacional de cada país, sino estableciendo reglas jurídicas de aceptación común para el caso específico de la inversión conjunta en cualquiera de sus modalidades.

Nos parece que los resultados electorales de Haití abren buenas expectativas para marchar con una visión común en estrategias comerciales, de inversión y de intercambio en bloque. El curso de los acontecimientos parece propicio para una agenda insular.

El ejercicio de nuestra soberanía plena, sobre todo en los muy delicados asuntos migratorios, no nos impide emprender con Haití programas que, precisamente, van a contribuir en la búsqueda de soluciones a los citados problemas migratorios.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas