Una agenda para no matar

Una agenda para no matar

Las estadísticas de estos años -las reales que escapan a los propósitos de ocultación de los oficialismos consabidos- configuran a este país como espacio que amerita una cruzada para doblegar esquemas mentales y de comportamientos masculinos que confieren fuerza epidémica a la violencia contra la mujer. Aun admitiendo que no sería fácil vencer el egocentrismo de posesión absoluta que obra en muchos cerebros respecto de los seres femeninos, como no lo sería tampoco superar inercias y fallas estructurales que en este medio apenas contrarrestan el machismo brutal. Se menciona a la educación como herramienta esencial para reformar a las individualidades de propensión destructiva la que podría ser aplicada a través de una generalización de mensajes humanizantes que incluyan las aulas desde lo inicial y se extiendan hacia todos los recursos de comunicación conectados a los adultos.

Mover voluntades conturbadas hoy por los feminicidios hacia un gran compromiso con la vida. Hacer que mueva montañas y obstáculos la vibrante fe en lograr el respeto a las mujeres hoy angustiadas en su solidaridad con las congéneres abatidas. Sin mucha conciencia de la gravedad de este curso fatal, y sin exteriorizar el dolor que causa a gran parte de la sociedad, las conductas y actitudes que propician muertes permanecerán. El rechazo a la oleada feminicida debe alarmar día a día con sus clarinadas.

Sin tomar el toro por los cuernos

Existe tal convencimiento oficial de que el azote mortal de los accidentes de tránsito se debe mayormente a las violaciones de la ley que sigue sin comprenderse la ausencia de una eficaz persecución y sanciones a los infractores; que las calles estén pobladas de motociclistas que irrespetan señales, que las autoridades amaguen con limpiar las vías de conductores embriagados y luego archiven el procedimiento.

Que no recurran como en otras latitudes a la detección cien por ciento efectiva de transgresores mediante cámaras de video; que permitan la masiva irregularidad de motocicletas sin estatus legal para circular; que brille por su ausencia el conteo de faltas para anular permisos de conducir; que no repongan con dignidad y sin distorsiones la revisión periódica que barra con vehículos y choferes descalificables.

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