Una alianza cuesta arriba

Una alianza cuesta arriba

POR JUAN BOLÍVAR DÍAZ
El sorpresivo anuncio de una alianza electoral entre los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y Revolucionario Social Cristiano (PRSC) sella definitivamente una nueva etapa política en la que los grandes partidos del sistema no presentan mayores diferencias ideológicas ni programáticas.

Tal como se había advertido, y cualquiera que fuera la fórmula de los reformistas, todavía falta realizar muchos amarres locales para integrar las boletas municipales y provinciales, pero a los protagonistas no les queda más remedio que ponerse de acuerdo para no hacer el ridículo.

Si quieren que la ciudadanía dé crédito a sus propósitos “patrióticos” perredeistas y reformistas deben iniciar de inmediato los esfuerzos por constituir la agenda para un plan nacional de desarrollo, puesto que sumadas sus fuerzas ya controlan abrumadoramente el Congreso Nacional y los municipios.

Inesperado desenlace

Con más rapidez de lo que se creía posible y con un giro de última hora, fue que se anunció el martes 6 la alianza electoral entre los partidos blanco y colorado, que desde ya es bautizada como “rosada”, para los comicios legislativos y municipales del próximo 16 de mayo.

Hasta la mañana del mismo día se daba por hecho que los reformistas sellarían el pacto con el gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD), como era el deseo de la mayoría de sus dirigentes y también de sus militantes. Así lo evidenció la encuesta de Gallup para HOY publicada la semana pasada. El 30.7% de los que se identificaban con el PRSC prefería la alianza con el PLD y apenas el 16.8% la quería con el PRD.

Al parecer lo que decidió la composición de la alianza fue la imposibilidad de peledeistas y reformistas ponerse de acuerdo en torno a las candidaturas para senadores y síndicos en las principales plazas electorales del país, específicamente en el Distrito Nacional, Santo Domingo, Santiago y La Vega, que los gobernantes consideraban innegociables, según se desprende de las declaraciones posteriores de ambas partes. Confluían intereses individuales de dirigentes que aspiran a esas candidaturas.

Ante el tranque, los reformistas dieron un giro rápido hacia el PRD, aunque los peledeistas ofrecían mayor número de candidaturas, 14 contra 12 para el Senado, 89 contra 78 para diputados y la mitad de los regidores, contra 400 que ofertaba el PRD.

Pero los perredeistas cedían las plazas claves del DN, Santo Domingo y Santiago y agregaban además la tercera mayor provincia, San Cristóbal.

Cuando en la mañana del martes 6 los negociadores morados y colorados vieron que no lograban acuerdos, los últimos se precipitaron a aceptar la oferta perredeista para anunciar el pacto en la misma jornada. Por su parte los peledeístas se adelantaron dos o tres horas en anunciar el desacuerdo, evadiendo quedar como “perico en la estaca”, algo importante teniendo en cuenta que habían cometido el error de involucrar en las negociaciones al propio líder y presidente de la nación, doctor Leonel Fernández.

Al final lo que prevalece tiene más sentido político, especialmente para el PRSC, al margen de las simpatías, una alianza de oposición que les permitirá un deslinde más suave y fácil, cuando lo crean oportuno. Evaden continuar en la periferia de un partido en el gobierno y con más posibilidades de absorberle sus cuadros y militantes.

Difícil artesanía electoral

Para hacer posible tal anuncio reformistas y perredeistas tuvieron que dejar pendiente la difícil tarea de hilvanar las boletas para el Distrito Nacional y las 31 provincias, así como para los 151 municipios. Esa artesanía electoral ha continuado en los días sucesivos y seguramente tomará varias semanas antes que pueda sellarse por completo.

Para alcanzar la meta los líderes de ambos partidos, especialmente los perredeistas, tendrán que superar las resistencias que encuentran en varias provincias y municipios, donde dirigentes locales sitúan sus ambiciones personales por encima de los intereses corporativos. Incluso no se debe descartar la posibilidad, ya contemplada según versiones, de que al final lleven candidaturas diferentes en algunas provincias.

Sin embargo, para revestir su pacto de credibilidad, los dos partidos deberán concretarlo a nivel nacional. Eso rige especialmente para los reformistas que ya no pueden dar marcha atrás ni pretender volver a negociar con el PLD, sin auto infligirse un severo golpe y reducir sus posibilidades como tercer partido.

En dos trabajos anteriores ya se había advertido las dificultades de sellar una alianza nacional para elecciones de senadores y diputados, síndicos, vicesíndicos y regidores. Las mismas se magnifican en la medida en que los artesanos encuentren resistencias locales que tendrían que subsanar de alguna manera para evitar boicots que anulen la sumatoria de fuerzas, incluyendo la posibilidad de impugnaciones y de inscripción de candidaturas paralelas.

Ya se ha señalado, por ejemplo, la dificultad en la boleta congresional de combinar candidaturas a diputados de dos partidos con boletas separadas. El que predomine en la provincia usaría el voto preferencial para escoger a los suyos, dejando al aliado en la gatera. La fórmula tendría que ser el senador de un partido y los diputados (donde sean dos o tres) del otro. En las provincias de mayor número de curules para diputados tendrían que convenir una mezcla, que podría atender a la proporción local que se atribuye a cada partido, ya por anteriores resultados electorales o por encuestas.

De cualquier forma, la integración final de las candidaturas será una tarea muy difícil, en proporción a las resistencias locales. Tampoco se debe descartar que algún caudillo local de cualquiera de los aliados dé un salto y aparezca en la boleta morada o de algún aliado gubernamental, sobre todo por la conciencia de que la alianza rosada obliga a los gobiernistas a emplearse más a fondo, como ya adelantó su estratega Danilo Medina, Nadie debe olvidar que en este país de tantas flexibilidades éticas el poder ejecutivo ofrece muchas posibilidades de “convencimiento y compensación”, incluso para crear expectativas e incentivar resistencias.

Reivindicación plena

El pacto con los perredeístas puede ser que le resulte traumático al reformismo, por las displicencias de los que preferían al PLD y las resistencias de los que reclamaban el camino propio, pero el que gana de cualquier forma es su desaparecido caudillo, el doctor Joaquín Balaguer.

Este pacto reconfirma la reivindicación histórica del líder reformista que gobernó el país de forma autocrática durante los traumáticos 12 años que siguieron a la guerra civil y la intervención militar norteamericana de 1965. Como ya pactaron “patrióticamente” también con el PLD en 1996, los reformistas han sido reivindicados o limpiados por sus contradictores históricos.

Porque esta alianza es también un indicativo incontrovertible de que los grandes partidos dominicanos se han igualado. Ha quedado claro que lo determinante no ha sido afinidad ideológica ni política, ni mucho menos el interés nacional, sino el inmediato beneficio de las cúpulas directivas de los partidos, incluyendo al que perdió la puja.

Además de los puestos electivos que estarán en juego en mayo próximo, en el fondo de las negociaciones para las tres partes han estado el control de la Liga Municipal Dominicana, la Junta Central Electoral, el Consejo Nacional de la Magistratura y la Cámara de Cuentas, especialmente de las dos primeras a ser renovadas próximamente.

Como telón de fondo está también la enfermiza rivalidad que se ha desarrollado entre los líderes de los dos partidos fundados por el profesor Juan Bosch, incapaces de la más mínima concertación, ni siquiera en los peores momentos de crisis nacional, de hace dos años y de ahora, cuando han estado en el poder, como en 1990 y 1994 cuando desde la oposición enfrentaban al caudillo reformista.

Habrá que esperar al balance del 16 de mayo para ver en qué medida la ciudadanía y las propias militancias de los involucrados asimilan el acto. Una posibilidad real es que las inconformidades se traduzcan en abstención. Aunque el pragmatismo llevará a los dirigentes de ambos partidos a aplicar terapias capaces de suturar las heridas causadas a los intereses individuales y locales.

Agenda nacional ahora

Para hacer más digerible la negociación los dirigentes del PRSC han sostenido que el pacto se fundamenta en el establecimiento de una agenda para el desarrollo nacional. Los perredeístas se sumaron al planteamiento que no ha tenido mucha acogida en la opinión pública. Se ha dicho que el mismo es el suspiro del bizcocho o el caramelo para dulcificar a los más exigentes.

Pero ambos partidos tienen la oportunidad de darle coherencia a su planteamiento en plena campaña electoral. Porque entre ambos tienen 31 de los 32 senadores, las dos terceras partes de los diputados y más del 90 por ciento de los ayuntamientos.

Ningún analista que se respete puede otorgarle posibilidad de un mejor posicionamiento para el período legislativo que se inicia en agosto del 2006. Pero además no lo necesitan para trazar la agenda para el desarrollo nacional.

Podrían comenzar a demostrar su vocación concertadora y su preocupación por el futuro nacional desde ahora, en plena campaña, lo que le daría credibilidad a la alianza en vías de concretización.

Por ejemplo, esos partidos podrían convertir en ley de inmediato uno de los proyectos que buscan normar las compras y contrataciones del Estado, con lo que prestarían un enorme servicio al país reduciendo las comisiones y tráficos del “grado a grado”. Numerosas reformas institucionales, incluyendo una necesaria ley de partidos políticos, que duermen el seño eterno en el Congreso Nacional también podrían ser despertadas y convertidas en realidad.

Espacios sobran para que perredeistas y reformistas muestren su despertada vocación para la concertación en post de una agenda nacional para el desarrollo.-

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