Una amabilidad incompleta

Una amabilidad incompleta

El Presidente Danilo Medina agasajó el miércoles a los periodistas que cubren la fuente del Palacio Nacional. Fue un encuentro en nombre de la Navidad y la concordia, con brindis y buenos platillos, pero sin derecho a formular preguntas. Los convidados estuvieron restringidos a la única opción de hacerse oír y escuchar en una tertulia ordinaria, con preguntas superficiales sobre temas baldíos, renunciando previamente a lo esencial de la vocación periodística: preguntar, indagar, querer llegar hasta más allá de las apariencias de los temas estelares, aspirando meramente al trato respetuoso con la autoridad que mejor puede aclarar muchas cosas a una sociedad sedienta de la palabra oficial del más alto nivel.
La tónica del silencio, de evitar el ejercicio natural y esencial de los comunicadores, evadiendo sus preguntas, ha caracterizado el estilo del Primer Mandatario. Los periodistas son idóneos interlocutores entre el Poder y la población que tiene derecho a saber cómo piensa su Presidente acerca de asuntos de suma importancia para la nación. El costo de la restricción a las preguntas fue demasiado alto. Ninguna tecnología sustituye el poder y la eficiencia del diálogo sin cortapisas, civilizado y dilucidador. Ningún mecanismo cibernético, por moderno que sea, reemplaza en su autenticidad la relación directa y libre entre emisores y receptores. Creer lo contrario es equivocarse.

Mal reparto de las bonanzas

La vocación migratoria de los dominicanos persiste como expresión de inconformidad ante la ausencia de respuestas a sus necesidades. Testigos son, los habitantes, de que la economía crece vigorosamente pero reparte muy poco. Es una bonanza que no ha creado empleos dignos ni ha mejorado las condiciones de vida de la gente. Todos los estudios demuestran que pueden pasar de un 40% los integrantes de esta nación que quisieran irse, partir para llegar a otros horizontes.
Se diría que República Dominicana conserva una integridad demográfica, una totalidad ciudadana, que no se debe tanto a condiciones ideales de hospitalidad y de oportunidad para ascender socialmente. Sin las barreras, a veces infranqueables, que usualmente se aplican desde otras tierras a las que se aspira, aquí solo quedara medio pueblo.

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