Una amenaza grande y real

Una amenaza grande y real

Al margen de “certificaciones” y “descertificaciones” por parte del Departamento de Estado en sus informes sobre lucha contra las drogas, la República Dominicana tiene que atacar en todos sus flancos el microtráfico de sustancias prohibidas. La brutal embestida del negocio de las drogas contra lo más sano de nuestra sociedad tiene entre sus estrategias el pago del trasiego interno con drogas, en vez de dinero, y este es sin duda uno de los multiplicadores de la demanda entre nuestros jóvenes. El efecto puede percibirse en los resultados de estudios y encuestas sobre consumo de drogas entre nuestros jóvenes, principalmente escolares.

Otra cara del poliedro del microtráfico de drogas es que cada vez involucra a más jóvenes en la distribución y venta al detalle, así como en crímenes relacionados con el mismo negocio. Esa misma cara es una fuente de corrupción e infiltración en nuestras instituciones, por medio del pago de peajes y compra de protección y silencio. El que se nos señale desde el Departamento de Estado como punto intermedio entre el origen y el destino de importantes cantidades de drogas no es tan grave como el efecto que está dejando en nuestra sociedad el microtráfico de narcóticos, estimulado por el pago en especie. La sociedad, con el Gobierno como timón, debe asumir el compromiso de luchar contra esta amenaza grande y real.

Microtráfico y menores de edad

Unas  estadísticas dadas a conocer por  la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) ponen a la vista de todos la gravedad de los efectos del microtráfico de drogas. En los primeros 40 días del presente año -dicen esas estadísticas- la dirección antinarcóticos ha arrestado un promedio de tres menores de edad por día, por actos relacionados con las drogas. Entre el primero de enero y el 16 de febrero, 112 menores fueron capturados en esas circunstancias.

Si esta media de menores arrestados por vínculo con las drogas es grave, qué no será el número general de jovencitos ligados a los narcóticos, intuyendo que no todos los actos de este tipo son descubiertos por las autoridades. El caso particular de los menores es muy grave, no sólo por asuntos de edad, sino porque este sector poblacional es el más maleable y tiene protección legal especial a través de un código que bien merece una minuciosa revisión. Esa estadística habla de la magnitud del peligro.

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