Abraham fue fiel y confió en Dios, y por eso Dios lo aceptó con agrado. Fue así como se hizo
amigo de Dios. Santiago 2: 23.
Es lamentable ver cómo muchos empiezan con gran entusiasmo a orar, pero poco a poco van apagándose, hasta que llega un momento en que no vuelven a hacerlo más. Esto, lamentablemente, sucede a diario, porque la forma en que buscamos a Dios no es la apropiada. Pensamos que Él tiene que respondernos cuando queramos; que tiene que darnos todo lo que le pedimos. Es decir, la intención con que Lo buscamos es simplemente para pedirle, y no para ser
Sus amigos.
Por eso, pocos alcanzan a hacerse amigos. Pues para alcanzar esta estatura tenemos que cambiar de mentalidad, ya que hemos creído que solamente se Le pide y más nada. Él está buscando aquellos gozosos de establecer una relación íntima, la cual solamente los amigos pueden alcanzar.
Cuando existe esta relación, Dios nos da mucho más de lo que necesitamos sin necesidad de pedirle; porque reconoce que la intención no es como la de los demás, sino de alguien que ha sabido valorar la verdadera amistad, siendo fiel y confiando en Él.
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Las leyes espirituales no pueden ser quebrantadas. Por más que queramos, es imposible cambiarlas, ya que Dios nos las dio para que camináramos en ellas y enseñarnos que hay un orden establecido por Él.
De lo contrario cada uno haría las cosas como le pareciera. Esto sería un caos imposible de controlar. Por eso Dios, desde el inicio de la creación, puso reglas para que nos mantuviéramos bajo estas, y de esta forma garantizar Su respaldo.
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El respaldo de Dios es necesario y obligatorio, ya que sin esto nada podríamos alcanzar, porque nos saldríamos de lo establecido. Nosotros conocemos el mundo espiritual, pero queremos seguir haciendo las cosas a nuestro modo.
Esperamos recibir la misma recompensa como si estuviéramos haciendo lo que Él manda.
Luego, estamos equivocados. Jamás podremos tener los mismos resultados de aquellos que sí obedecen, apegados a Sus principios.
Por eso, no podemos pretender cosechar si no sembramos, o esperar abundancia si lo que sembramos fue escaso. Si queremos amor, sembremos amor; si queremos paz, sembremos paz; pues como es tu semilla así será tu cosecha.