Una asunción llena de esperanzas

Una asunción llena de esperanzas

LA PAZ (AP).- En medio de grandes esperanzas y no pocas incertidumbres, Evo Morales asumirá la presidencia hoy domingo en un acto en el Congreso en que será investido como el primer indígena al frente del gobierno boliviano después de 180 años de vida republicana y a más de cinco siglos de la conquista española.

Alrededor de las 14.00 (18.00 GMT) Morales debe ceñirse la banda presidencial rojo, amarillo y verde y el medallón de oro y piedras preciosas los símbolos del mando presidencial.

Morales, un indígena de 46 años que no concluyó el ciclo escolar, y dueño de un español pronunciado con fonética propia de su lengua natal, el aymara, deberá gobernar Bolivia en los próximos cinco años.

En si mandato deberá enfrentar los grandes retos, que entre 2003 y 2005 obligaron a renunciar a dos mandatarios y a un adelantamiento de elecciones.

El dirigente izquierdista parece tener claro que el panorama que le espera no será el de la alfombra de pétalos de flores sobre la que caminó el sábado, cuando recibió el mando simbólico de sacerdotes representantes de las religiones andinas precolombinas.

Su preocupación central, según se puede deducir por su insistencia el sábado, es “preservar la unidad de Bolivia’’, que corre el riesgo de desgarrarse entre ricos y pobres, y entre indígenas por un lado y blancos y mestizos que controlaron el poder hasta ahora, por el otro.

Bolivia también enfrenta la posibilidad de un mayor distanciamiento entre los occidentales aymaras y quechuas y el oriente y sur, mestizos y de sangre europea; y entre una cultura precolombina propia del mundo indígena y la modernidad que se evidencia en los sectores más pudientes.

Morales además debe lidiar con los posibles resentimientos «contra el blanco’’ que la opresión en que vivieron los pueblos indígenas desde la irrupción en el continente de la colonia española, en 1492, y de los 180 años de virtual sojuzgamiento que le siguió a la firma de la independencia boliviana, en 1825.

Señaló el sábado que con su gobierno «acaban los 500 años de los pueblos indígenas de Latinoamérica contra el colonialismo interno… 500 años de resistencia’’, y se inicia una era que puede cambiar la historia de los pueblos indios de América.

Y es que el «fenómeno Evo Morales’’ puede tener, según analistas de diversos países, un efecto de contagio en la región, donde también los pueblos «originarios’’ han sido relegados.

Pero en lo inmediato, su mayor reto, y la mayor incertidumbre, es si podrá satisfacer las enormes expectativas que su ascenso al poder ha despertado en toda Bolivia, especialmente en los mayoritarios pueblos indígenas del occidente aymara y quechua y otros sectores empobrecidos de este país.

Morales ganó la presidencia en las elecciones del 18 de diciembre con el 53,7% de los votos, algo que no registra antecedentes en los últimos 40 años en este país, donde los mandatarios que se sucedieron en las últimas décadas debieron llegar mediante una segunda vuelta en el Congreso o golpes de estado.

Una última encuesta, de la empresa Apoyo, Opinión y Mercado publicada la semana pasada señala que al menos el 65% de los bolivianos apoya al mandatario y tiene la esperanza de que hará un buen gobierno, mientras que sólo el 12 señala que no respalda a su gobierno.

Después de asumir la presidencia en un acto en el Congreso, ante la presencia de los 157 legisladores y de al menos 11 mandatarios, nueve ellos de la región, Morales recibirá desde el balcón del palacio de gobierno los honores, como capitán general de las fuerzas armadas, de columnas de soldados que marchará en su delante.

Morales recibe una economía que ha repuntado en el breve gobierno transitorio de Eduardo Rodríguez, tras una aguda crisis económica de más de un lustro, con un PIB que trepó al 4% en 2005, una inflación del 4,9% y un déficit fiscal que cayó en dos años del 8,5% al 1,6%.

Pero el desempleo se mantiene en 12%, el sueldo mínimo en el equivalente a 24 dólares, y la pobreza en 64%. Son números que no ceden, y que Morales ha señalado que combatirá con la «nacionalización’’ y la «industrialización’’ de las vastas reservas de gas bolivianas.

Subsiste la incertidumbre de hasta dónde llegará la «nacionalización’’, pues mientras Morales ha bajado el tono y señalado que no implica «ni expropiación, ni expulsión’’ de las petroleras, sectores radicales del su partido Movimiento al Socialismo, MAS, hablan de expulsar a algunas de ellas.

Morales parece tener un discurso para los gobiernos extranjeros del primer mundo, otro frente a sus estrechos amigos Hugo Chávez, presidente de Venezuela, y Fidel Castro, de Cuba, y un discurso indigenista ante audiencias aborígenes.

Sin embargo, no parece sencillo hacer un contrapeso entre esas «presiones’’ y reclamos populares y el pragmatismo que el sector más moderado de su entorno le reclama, y que lo ha llevado a señalar que «el trabajo de un presidente es hacer buenos negocios para el pueblo boliviano’’.

También deberá buscar el equilibrio entre los pedidos del sector de los campesinos cultivadores de hoja de coca, de donde emergió, para frenar la erradicación del arbusto, base de la cocaína, y los indicios que ha dado de que está dispuesto a recibir la ayuda de Estados Unidos en la lucha antidroga. 

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