Una  atinada inversión pública

<P>Una  atinada inversión pública</P>

Elevar al hospital Robert Reid Cabral a óptimos niveles en espacios para pacientes y en la calidad de equipos para asistirlos prontamente, merece el reconocimiento de la ciudadanía. Que se destinara la considerable suma de 557 millones de pesos para ese solo objetivo indica que el Estado concedió  a ese centro una atención prioritaria muy merecida. No todos las inversiones  gruesas del gobierno merecerían  aplausos como los que pedimos por esta obra. Este centro hospitalario de referimientos es el destino obligado de niños  en situación de emergencia de todo el país en el numeroso estrato de las familias de escasos ingresos.

La niñez de los barrios  marginados y las zonas rurales  es particularmente  vulnerable a múltiples enfermedades derivadas de la mala calidad del agua, la desnutrición, las vacunaciones insuficientes y las cíclicas embestidas de dolencias  endémicas. Además la reacción de muchos padres de baja escolaridad ante los problemas de salud suele ser tardía. En nuestro país  han faltado agudamente las campañas que promuevan la prevención en el seno de los hogares. Como tampoco abunda la atención primaria regional que evite complicaciones de salud a ciudadanos que pocas veces disponen de un seguro de salud. Que el hospital Robert Reid Cabral vaya a estar desde ahora mejor preparado para asistir a sus pacientes es una bendición. 

Devuélvannos el Malecón

Las administraciones  municipales se han sucedido  pero casi siempre de espaldas  a la emblemática zona capitalina  de   la avenida George Washington y la autopista 30 de Mayo. Se trata del espacio urbano en  que históricamente se ha reunido mayor cantidad de ciudadanos para actividades de interés general. Lugar tradicional de los carnavales y de los festivales de merengue. A pesar de su importancia, el Malecón se encuentra en   abandono, en una oscuridad  que brinda acogida a maleantes, mientras  prospera la oferta  de prostitutas. Con muros destruidos y maleza, es un panorama agravado por las recurrentes iniciativas  truncas de rescatar al parque Eugenio María de Hostos que durante años fue orgullo de los capitaleños y ahora resulta  inhóspito y  está a medio talle. El rescate y  puesta en valor de esta avenida debe lograrse sin  demoras. La iniciativa privada le da al  Malecón el valor que merece. No se concibe que Santo Domingo reúna en corto plazo méritos suficientes para llenar expectativas como  gran destino turístico si no se mete mano diligentemente por su litoral.

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