La violencia y el abuso contra nuestros niños, niñas y jóvenes es preocupante y lamentablemente nunca ha dejado de estar en aumento. Word Vision realizó un reciente estudio en la República Dominicana y encontró que el 57% de los padres o tutores utilizan el castigo corporal como su principal forma de disciplina.
No sabemos su nombre, pero ya vimos su carita y eso nos parte el alma. Sonriente a pesar de ser víctima de lo inimaginable, a la vista y indiferencia de todos y todas.
¿Atraparon a los responsables? A los que terminaron de matarlo sí.
A los que prefirieron mirar a un lado por no meterse en asuntos de “familia”, esos aún faltan y somos muchos.
Su muerte física con más de 100 lesiones recientes y antiguas fue solo el triste cierre a una corta vida llena de abandono, falta de amor, cuidados y por sobre todo, respeto a su integridad.
Respeto por la vida, un mínimo de humanidad, un mínimo de compasión.
¿Por qué el llanto constante de un niño no nos llama la atención?
¿Por qué su ausencia de la escuela no activa todas las alarmas? ¿Por qué no asiste al consultorio por sus vacunas? ¿Por qué no verle jugar en el patio como cualquier niño no nos resulta extraño? ¿Por qué no le vemos hacer vida de comunidad, de barrio? ¿Por qué pasan semanas y sus padres biológicos entienden que es normal no poder verlo o hablar con él?
¿Por qué al verlo abrigado de pies a cabeza en un país tropical no nos hace sospechar? ¿Y por qué al ver lo que se oculta bajo esas ropas y sus manitas, no nos sobrepasa emocionalmente hasta el punto de la histeria?
Es un niño de 8 años, su cuerpo debería reflejar pureza e inocencia, el amor y el cuidado de sus adultos responsables y de una comunidad solidaria.
Se necesitan muchas cosas, tecnología avanzada, estrategias integrales e innovadoras, compromiso social, mecanismos de denuncia que nos permitan ser voz desde las comunidades y supervisión, pero por sobre todo una dirección clara, un liderazgo fuerte.
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Necesitamos un sistema de protección que responda ante lo ocurrido y que por sobre todo se anticipe; que asuma la educación sociocomunitaria como pilar fundamental para evitar la vulnerabilidad que día a día amenaza el desarrollo saludable de nuestra infancia, Estrategias que si o si deben estar arraigadas en la comunidad, ya que solo desde la responsabilidad colectiva podremos anticiparnos ante cualquier atisbo de maltrato infantil.
¿Por qué no hicimos nada?
Porque somos una sociedad que cada día se desconecta emocionalmente.
Porque somos cada vez menos empáticos.
Porque la red de apoyo, de amigos y vecinos es un recuerdo muy lejano.
Porque el Estado y sus instituciones simplemente carecen de mecanismos eficaces para operar.
Porque la vida de los pobre es invisible ante todos y C. C. Á era pobre en su máxima expresión.
¡Y sí!, no sabemos su nombre, por cuidar su integridad. Después de muerto.