Una buena decisión

Una buena decisión

Uno se obsesiona con la crítica y el cuestionamiento ante la avalancha de cosas malas que nos indignan y avergüenzan, desde que uno se le levanta hasta que se acuesta. Pero dentro de ese mar de frustraciones e infortunios a veces se ven cosas buenas que pasan desapercibidas.

La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales dispuso recientemente la unificación en una ventanilla única de varios departamentos que tenían que ver con la tramitación de permisos ambientales de los proyectos de inversión. Inclusive, se comprometió a que en un período de dos meses daría su veredicto a cada solicitud, donde habrá un cuerpo técnico especializado para proyectos turísticos, inmobiliarios, mineros e industriales. El tiempo me parece corto pero es un paso gigantesco si consideramos que hay proyectos que tienen más de dos años en espera de un permiso ambiental. 

Esta decisión, en un momento en que el país necesita de una fuerte inversión externa, es sumamente importante. Porque grandes proyectos en áreas turísticas y mineras han sido engavetadas por años o reubicados en otros países por el descuido en expedir los permisos ambientales correspondiente.

A veces el celo excesivo por la conservación conduce a un mayor deterioro del ambiente. Es mejor una explotación racional de los recursos a una supuesta conservación, que a la larga se convierte en un saqueo desmedido de los que conviven en su entorno. Los Haitises y Bahía  de Las Águilas son buen ejemplo de ello.

Por ejemplo, Bahía de Las Águilas puede convertirse en un centro turístico mundial si se permitieran inversiones en proyectos hoteleros con las debidas garantías de un efectivo manejo ambiental. Dejarla como ésta, acelerará su deterioro.

La mejor conservación de los recursos naturales es la que viene acompañada de una explotación racional y técnicamente viable y no de una supuesta prohibición estricta en su uso, que termina en el abandono y el saqueo por parte de gente sin escrúpulos. Además, todos los proyectos y los usuarios de los mismos, tienen que pagar el costo de esa conservación y no hacer como las granceras, que se dieron banquete explotando irracionalmente las cuencas de los ríos para mantener a bajo costo al sector de la construcción.

Así no vale. Ningún propietario o constructor de casa ha pagado un centavo del costo ambiental que desencadenó la explotación brutal e irracional de las cuencas hidrográficas. Mientras tanto, la Falconbrige desnudó montañas enteras en la Cordillera Central para extraer la bauxita y nadie se da cuenta a dónde ocurrió, porque están mejor reforestadas que antes de su explotación. Todo es cuestión de manejo porque esa reforestación alguien la pagó. 

En fin, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales se encamina bien en este momento y hay que darle un voto de confianza. Pero también tiene que fortalecerse desde el punto de vista financiero, técnico e institucional, ya que de lo contrario será difícil llevar a cabo su compleja labor, con la efectividad y el profesionalismo que se requieren.

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