Una buena llorada

Una buena llorada

«El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable

de ayudar a otro para que sea quien es»

Jorge Bucay.

Hacia muchos años no lloraba, y hace unos dias lloré desconsoladamente y por largo tiempo. Sentir esa tristeza lacerante que nos parte el alma en pedazos no era mi idea para pasar estos dias navideños. Especialmente, porque adoro esta época y tenía sobrados motivos para pensar que sería una navidad extraordinaria. ¡y lo es!, solo que de un modo distinto al imaginado.

Darme el permiso para llorar desgarradoramente ha sido uno de los mejores regalos que me he dado. Ja, ja, ja. Si, ya sé que puede sonar a sadomasoquismo, sin embargo, cuando nos damos el permiso de llorar nos bendecimos de un modo diferente; nos entregamos al gozo de la curación.

Llorar se aleja mucho de ser una acción autocomplaciente. Es una manera de expresar lo que es tan profundo y esencial que no puede traducirse en palabras. Sarah Ban Breathnach dice que llorar es una forma de plegaria articulada. Tras una buena llorada, quizás nos podemos sentir agotados, derrotados o atormentados, pero eso dura poco. Rápidamente, nos alcanzara una sensación de limpieza como si hubiéramos tomado un baño en el rio de la misericordia.

En la religión, las lágrimas han sido consideradas uno de los dones del espíritu Santo. El antiguo testamento de la Biblia hebrea tiene un libro completo que trata el tema de las lágrimas; el libro de las lamentaciones. Aunque el origen de las lágrimas sea triste, llorar es bueno. En especial, ese tipo de llanto que nos desfigura el rostro, conectándonos con nuestro niño abandonado o herido.Todos hemos escuchado –o hemos dicho- la frase “¿Quieres llorar? Pues te voy a dar un buen motivo”.

Lo que nos hace mal no son las lágrimas que derramamos, sino las que hemos reprimido. Tal vez, mi reciente visita al museo del hombre dominicano me confirió una inexplicable fuerza. Quizás, también lloré por mis antepasadas indígenas que eligieron el suicidio, antes que entregar su cuerpo y su dolor al colonizador.

Sumé mi llanto al lamento desgarrador de las negras, que reclamaban el derecho de exorcizar sus penas, o por las españolas que dejaron sus costumbres y sus tierras, para seguir las ambiciones de su hombre en un lugar que las dejaba a ellas desterradas de sus propias vidas.

Asumo la responsabilidad de mi bienestar ¡ahora! No pretendo dejarle mi bienestar al tiempo. Llorar y gemir de verdad es darnos el permiso de abrir el corazón, liberando las emociones que luchan desesperadamente por salir para encontrar una bocanada de alivio. Con demasiada frecuencia, el tiempo lo que hace es perpetuar el dolor fijándolo en la memoria. Como dice el soneto de Edna St. Vincent Millay al recordar un amor que partió:

“El tiempo no trae consuelo; todos habéis mentido ¡los que me dijisteis que el tiempo aliviaría mi dolor! Lo añoro en el llanto de la lluvia; lo deseo en la retirada de la marea; la nieve vieja se funde en todas las laderas de la montaña, y las hojas del año pasado son humo en todos los callejones; pero el amor amargo del año pasado debe permanecer”.

Así es, el tiempo no siempre trae consuelo ¡pero las lágrimassí! Lo que atormenta al corazón es la sequedadque llega cuando nos resistimos a mojar el alma con nuestras lágrimas. La humedad siempre la va bien al alma.Esa posición interior de estoicismo deja al corazón tan frágil como una rama seca recibiendo presión.Si…conozco bien esa aridez…ese vacío…esa oquedad…

Por eso, elegí sumergirme con conciencia en mi dolor. Decidí acompañarme a mí misma, y recordarme que me amo. Me sostuve con ternura y me dije: “Esto pasará” ¿y sabes qué? ¡Funcionó!¡Me creí a mí misma! Como en las tragedias de teatro de la Grecia clásica, lejos de deprimirme ¡me alivié! Ese es el efecto terapéutico de una catarsis o purificación, perder el control de una manera segura que nos permita regresar con bien de una inmersión en la oscuridad.

La narradora y analista junguiana Clarissa Pinkola Estés dice que la lagrimas son ríos que siempre nos conducen a algún sitio: “Las lágrimas levantan tu barca de las rocas, del terreno seco, y la llevan hacia algún lugar nuevo, hacia algún lugar mejor”. Ya demasiadas mujeres han callado su dolor y escondido sus lágrimas. Así que, tomo el regalo de poder hacerlo diferente, gracias a lo que ellas hicieron.

¡Ahora lloro! Sabiendo que el “autocontrol” solo muestra mi lealtad y perpetua el dolor. Cuando conocí las constelaciones familiares aprendí que el mejor regalo que hacemos al otro es consentir que sienta lo que siente.

Lo mismo aplica a nosotros mismos.A menudo, cuando le decimos a alguien “no llores”, y lo consolamos, no es con el interés de su bienestar, sino del nuestro. En realidad lo que le decimos es “por favor, calla…no quiero que me muestres mi propio dolor…no puedo soportarlo”.

Ser auténticos, y mostrar nuestros sentimientos reales preserva nuestra salud y lozanía. Como decía Natalie Clifford Barney: “El tiempo marca nuestro rostro con todas las lágrimas que no hemos derramado”.

Llorar no es solo una buena solución terapéutica, sino cosmética y ¡hasta económica! Es más práctico que las costosas cremas rejuvenecedoras o una cirugía plástica. Claro, no intento convencerte de nada. Solo comparto contigo mi experiencia.

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