Una caldera colectiva

Una caldera colectiva

El hombre es un animal terco e indisciplinado, que sólo acepta los reglamentos después de una larga experiencia negativa. Los muchos tropezones le obligan a levantar los pies. A medida que en las calles de una ciudad aumenta la circulación de vehículos, es más visible la necesidad de semáforos y de policías de tránsito. El crecimiento de la población de un país exige más comida, más alojamientos, más educación, más puestos de trabajo, mejor organización del registro civil y de las oficinas de extranjería e inmigración. Las poblaciones sumadas de la RD y de Haití sobrepasan ya los veinte millones de habitantes.

Los problemas de las relaciones dominico-haitianas puede decirse que han empeorado en los últimos años. Los diplomáticos haitianos se expresan cada vez con mayor desparpajo; algunos son francamente desconsiderados u ofensivos; los asuntos de comercio también han tenido crecientes dificultades: con respecto de los huevos, de la harina, de los pollos, del paso de camiones de carga pesada. Lo de las repatriaciones de indocumentados no necesita ser mencionado, pues ese es el centro de la controversia. El gobierno del Presidente Medina ha recibido toda clase de presiones de organismos internacionales, de legisladores y funcionarios extranjeros, para que acepte la presencia de cientos de miles de haitianos sin documentos.

Los abusos contra nuestro país han sobrepasado todos los límites; tribunales internacionales, organizaciones defensoras de los derechos humanos, congregaciones religiosas, proponen que desconozcamos el ordenamiento político de la nación, que “violentemos” la soberanía o modifiquemos la Constitución vigente. El Presidente Medina ha aguantado el chaparrón con paciencia de estadista; y en algunas ocasiones oportunas, ha dicho escuetamente todo lo que hay que decir. Después, el trabajo de la Dirección de Migración y el Ministerio de lo Interior ha seguido su curso.

Pero en diversas localidades del país han surgido enfrentamientos entre dominicanos y haitianos. La actitud prudente de las autoridades ha impedido que estos incidentes cojan cuerpo y degeneren en una guerra civil. Las diferencias culturales entre haitianos y dominicanos, y la animadversión producida por las demandas internacionales, calientan esa caldera colectiva. Finalmente, la actitud de los dominicanos comunes garantizará la soberanía, apoyará a los “legítimos poderes establecidos” y rechazará las exigencias de la OEA.

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