Una calle con variadas formas

Una calle con variadas formas

POR SEGUNDO ANTONIO VÁSQUEZ
La calle Hostos, que corre de Sur a Norte, primero se le llamó calle del Hospital y luego calle Militar, hasta que el 15 de marzo de 1904 se designó con el nombre actual en honor del ilustre educador Eugenio María de Hostos.

Vía de sorpresas, pues desde su inicio en la José Gabriel García hasta la Padre Billini se estrecha de una manera tal que en épocas anteriores le llamaban Callejón del Convento por tener este templo a su lado. Posee un suelo llamativo al estar cubierto de codofalto, el cual allí sobrepasa las aceras.

En cambio, a partir de ahí hasta la calle Las Mercedes, se amplia y su superficie está adoquinada con el mismo material que tiene la calle El Conde, aunque en ésta pueden transitar los vehículos.

Desde allí es cuando verdaderamente comienza a variar su formación debido a que se eleva al ser esa parte una cuesta y en lo alto inicia una curva. El suelo que anteriormente –en 1936– se había embaldosado de concreto relleno de piedras con varias divisiones, es la primera calle que se pavimentó así.

Se construyó de esta manera porque antaño el terreno presentaba esa irregularidad y no hubo otra alternativa, pero aunque estaban considerados no aptos para construcciones dada la fuerte e incómoda inclinación que caracterizaba su superficie, esto no impidió que en los laterales las familias de escasos recursos económicos, sin ninguna planificación para nivelar el terreno, fabricaran las primeras viviendas de mampostería, concreto y madera.

En la pendiente, desde un inicio se construyeron las primeras aceras escalonadas, cuyos peldaños son de piedra rematados con baldosas de hormigón armado, las cuales tuvieron que hacerlas así para disminuir su inclinación y facilitar el acceso a las viviendas, donde también respetaron los niveles de pisos, dejándolos por sobre ellas. Además, allí hubo las primeras barandas que se construyeron en las vías con fuertes barras de hierro y faroles.

El suelo desde esa curva tuerce nuevamente y continúa elevado hasta la desembocadura de la calle Juan Isidro Pérez, donde baja y se abre con una curva, uniéndose a la cuesta de la Emiliano Tejera, en cuya parte el suelo cambia totalmente al estar cubierto de gruesas rocas talladas, separadas con concreto, desde donde parte un par de escalinatas cuyos peldaños son también de piedras con cemento que van a las ruinas de San Francisco.

Allí, al cruzar, vuelve a adoquinarse para ser peatonal, separada por cadenas, en cuyo lado izquierdo hay un paraguas parasol con una mesa, y en el lateral derecho se aprecian en el pavimento tarros de flores que están hasta el cruce con la calle Restauración.

Lo curioso es que ahí está interrumpida por una alta explanada en forma escalonada, cuyo suelo está cubierto con baldosas rodeadas de cinco hileras de ladrillos hasta la capilla de San Antón, donde está cerrada con cadenas.

De nuevo aparece allí un trozo de la calle también adoquinada, en la cual pueden transitar los vehículos y que doblando un poco, le cruzan las calles Vicente Celestino Duarte y General Cabral.

En cambio, en ese corto trecho vuelve a detenerse con las paredes del otrora fuerte de San Antón y la muralla colonial que reconstruida la divide, dejándole sólo un pasillo por donde continúa su trayecto.

Así, cruzándolo, esta calle se abre un poco para desembocar en la avenida Mella, espacio donde aparecen varias matas de palma, una caseta con una cafetería y mesas con sus sillas.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas